El resultado fue una goleada esperada. El rival, de menor envergadura. El contexto, un torneo internacional. Sin embargo, lo realmente destacado de la noche en Atlanta no fue el marcador, ni la clasificación del Manchester City a los octavos de final del Mundial de Clubes, ni siquiera el 6-0 frente al Al Ain.
El gran protagonista fue Claudio Echeverri, quien en su primer partido como titular mostró un destello de calidad que mereció más que un golazo de tiro libre: recibió el reconocimiento público de Pep Guardiola, uno de los entrenadores más exigentes del fútbol mundial.
“Quiero contarles un secreto… Desde que llegó, al final de cada entrenamiento se quedaba solo, practicando tiros libres con el arquero y la barrera. Los demás no lo hacían”, reveló Guardiola en conferencia de prensa. Esta anécdota no fue casual. A los 26 minutos del primer tiempo, el Diablito anotó su primer gol con la camiseta del City. Fue de tiro libre. Y fue un golazo.
“Practicaba y practicaba, y el esfuerzo dio sus frutos. Tuvo el valor y la calidad. Cuando practicás, es como en el golf o el básquet: cuanto más practicás tiros de tres, más posibilidades tenés. Fue un gol fantástico y es un jugador increíble en espacios reducidos”, añadió el técnico catalán, visiblemente satisfecho con el rendimiento del joven argentino.
El halago fue, además, un reconocimiento a su perseverancia. Echeverri había llegado a Inglaterra en enero, procedente de River, pero durante seis meses apenas había acumulado un puñado de minutos en la Premier League y en la FA Cup. Relegado detrás de figuras consagradas, trabajó en silencio para ganarse una oportunidad. Guardiola lo recompensó con la titularidad ante el equipo emiratí, y el Diablito respondió con una actuación que confirmó su potencial.
“Cuando otros no se entrenan, no marcan goles… Estoy muy contento por él, fue un golazo”, concluyó Guardiola, insinuando que el chaqueño podría contar con más oportunidades en el futuro cercano. El gol no solo fue la recompensa a su esfuerzo, sino también una carta de presentación contundente.
La actuación del juvenil de 18 años fue breve pero intensa. En el primer tiempo, demostró ser participativo, activo en ataque y con la personalidad suficiente para pedir la pelota. Hasta que a los 26 minutos llegó su obra maestra: ejecutó un tiro libre con precisión extraordinaria que decretó el 2-0 parcial del City y desató la ovación de los presentes en el Mercedes-Benz Stadium de Atlanta.
Sin embargo, no salió a disputar la segunda mitad. Una acción desafortunada con Yahia Nader terminó con su tobillo derecho torcido tras un cruce involuntario. Aunque logró completar los 45 minutos iniciales, el cuerpo técnico prefirió no arriesgar y lo reemplazó por Phil Foden en el entretiempo. “Desafortunadamente no pudo continuar después del descanso por un problema en el tobillo, pero fue genial que en sus primeros minutos en esta competencia hiciera un gol espectacular”, explicó Guardiola.
Más allá del resultado —Manchester City ganó 6-0 con goles de İlkay Gündoğan (2), Echeverri, Erling Haaland, Oscar Bobb y Rayan Cherki— y del contexto del encuentro, la noche dejó un mensaje claro: en un equipo repleto de figuras, un chico argentino de apenas 18 años encontró su lugar con un golpe de calidad y, sobre todo, como premio a su trabajo y perseverancia.
Fue, sin duda, una gran oportunidad para el joven surgido en River, que llegaba a este mercado de pases con incógnitas sobre su futuro en el club, tras haber estado dos meses y medio sin debutar ni integrar el banco de los suplentes. Su estreno había tenido lugar en un escenario triste: el 17 de mayo Crystal Palace le ganó 1-0 al Manchester City y se coronó por primera vez campeón de la FA Cup, en la final disputada en Wembley.
Ese día, el Diablito fue suplente, ingresó en los minutos finales, tuvo una clara ocasión de gol que rechazó el arquero rival, pero terminó llorando desconsoladamente por la derrota. En este Mundial de Clubes, integró el banco en el 2-0 ante Wydad, pero no fue considerado por Pep como opción de recambio.
El domingo, de regreso en los vestuarios, los gestos de sus compañeros y del cuerpo técnico confirmaron la sensación general: Echeverri no solo fue titular, sino que ganó el respeto del plantel. La pregunta que persiste ahora es si podrá mantener ese nivel y continuar en una estructura altamente competitiva.