Josemir Lujambio, el delantero uruguayo que marcó 100 goles en Argentina sin amar el fútbol, cumplió su sueño de vivir feliz en campo

El delantero uruguayo Josemir Lujambio dejó un paso inolvidable por varios equipos argentinos. Reconoce que el deporte fue una herramienta para cumplir otros objetivos en su vida
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“Nunca tuve el sueño de ser futbolista. Lo mío fue por casualidad. Jugué al fútbol porque vi en el deporte la oportunidad de cumplir mi anhelo de tener campos”. A Josemir Lujambio nunca le gustó el fútbol; lo usó como un medio para alcanzar su sueño de vivir en el campo. Estudió para ser Ingeniero Agrónomo, aunque tuvo que abandonar la carrera al no poder compaginar el estudio con el deporte. Comenzó como arquero en las divisiones inferiores del club Champagnat de Durazno (Uruguay), donde debutó en el primer equipo de la segunda división de la ciudad. A los 14 años lo reubicaron como delantero y jamás volvió a salir de esa posición en el campo.

En sus 24 años de carrera, jugó en 19 clubes, tanto amateurs como profesionales. Se consagró campeón con Defensor Sporting y pasó por Bella Vista, Sud América (donde logró el ascenso a la máxima categoría), Peñarol y Porongos en su país. Además, tuvo experiencia en Sport Marítimo de Venezuela, Rayo Vallecano de España, Querétaro y Celaya de México, donde se dio el lujo de jugar como arquero en un partido.

En el fútbol argentino, marcó 102 tantos en equipos como Newell’s (6), Huracán de Corrientes (27), Banfield (33), Belgrano (17), Olimpo de Bahía Blanca (10), Instituto de Córdoba (10) y Atlético de Tucumán (5). Durante la gestión de Carlos Bilardo como técnico de Boca, buscaba un delantero y le consultó a su esposa, Gloria, quien sugirió: “Traelo a Lujambio”. Sin embargo, no se llegó a un acuerdo.

El uruguayo, de 53 años, se retiró tres veces del fútbol. La primera a los 24, cuando estaba en Banfield y fue transferido al fútbol mexicano; pensó que ese era el momento ideal para dejar. La segunda vez fue a los 31, cuando decidió finalizar su carrera tras dos temporadas en Querétaro y Celaya. Al regresar de México, Luis Garisto, su antiguo entrenador en el Taladro, lo convenció para salir del retiro y unirse a Instituto. Posteriormente, regresó a Banfield para participar en la Copa Libertadores y la Sudamericana bajo la dirección de Julio Falcioni.

Sin embargo, continuó su carrera en Olimpo y volvió a anunciar su retiro tras una temporada en el Decano en 2009. Dos años más tarde, fue tentado nuevamente por Defensor Sporting y aceptó. En la temporada siguiente, cambió de camiseta y se unió a Porongos, donde se retiró definitivamente. “Nunca más fui a una cancha. Desde que me retiré hasta hoy, que ya pasaron 15 años, solo jugué un partido con mi hijo porque él me pidió que jugáramos un fulbito. Jugué 30 segundos y me desgarré”, recuerda el exdelantero en diálogo con Infobae desde Uruguay.

Gritando un gol con la

– ¿Qué es de tu vida, Josemir?

– Todo tranquilo por acá, disfrutando de estos días invernales que son los más agradables en el campo, al menos para mí. Esta es una temporada de tranquilidad; pronto vendrán las apariciones de los animales y comenzaremos a trabajar más.

– ¿A qué se dedican?

– En la estancia criamos ganado ovino y bovino. También contamos con un complejo de cabañas para la pesca, especialmente la pesca deportiva. Nos enfocamos en el turismo natural, que ha crecido mucho después de la pandemia. Antes no era tan conocido, pero ahora está de moda y es un turismo muy atractivo. Uruguay tiene lugares hermosos, y nosotros tenemos una ubicación espectacular para ese tipo de turismo, en Tacuarembó, en la zona de Paso de los Toros, en el centro del país.

– ¿Cómo es tu jornada de trabajo en el campo?

– Me levanto y siempre hay tareas que realizar. Nos dedicamos a la ganadería ovina y bovina y contamos con un complejo de cabañas en un entorno natural, bastante rústico, enfocado en el turismo de pesca deportiva y conservación. Me despierto con tranquilidad; aquí no hay motivos para estresarse. El tiempo no transcurre tan rápido como en la ciudad. Y hay mucho por hacer: un día eres carpintero, otro soldador, otro gaucho. Hay de todo para hacer; es un mundo completamente diferente al fútbol: pierdes el glamour y muchas de las cosas que te ofrece el deporte, que aquí no están.

– ¿Siempre tu principal pasión fue el campo?

– Sí. Siempre soñé con trabajar en mis campos. Jugué al fútbol porque vi en el deporte una vía para hacer realidad mi sueño de tener campos. Proveníamos de clase media y, en consecuencia, obtener campos se presentaba como un desafío mayor.

– ¿O sea que nunca quisiste ser futbolista?

Nunca tuve el sueño de ser futbolista, a diferencia de la mayoría de los jugadores. Ellos efectivamente sueñan con ser futbolistas; en mi caso fue una cuestión de casualidad. Sin embargo, disfruté de una carrera bonita, una que me gustó, a pesar de no ser un amante del fútbol. Aproveché las oportunidades que se me presentaron.

– ¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?

– Comencé a jugar en Deportivo Champagnat en Durazno, un equipo del colegio donde asistía, perteneciente a los hermanos maristas, conocido en Argentina principalmente por el rugby. Nada que ver con el fútbol, pero así empecé como arquero hasta los 14 años. Pocos saben esto. Un día, un técnico me puso de delantero debido a la falta de jugadores, y marqué algunos goles; entonces me dijeron que debía desempeñarme como delantero. Aunque no me gustaba, continué en esa posición y dejé de lado el arco.

Festejando en Banfield, donde dejó

– ¿Te hubiera gustado estudiar una carrera universitaria más que jugar al fútbol?

– Sí, sin duda. Era buen alumno y me hubiera gustado aprender un oficio con un título. Aunque hoy en día es más complicado encontrar esa oportunidad, a no ser que sea fuera del fútbol, sí, me hubiese gustado estudiar. De hecho, estaba estudiando cuando comencé a jugar al fútbol porque quería ser Ingeniero Agrónomo.

– ¿Todo relacionado con el campo?

– Claro, sí, pero el fútbol apareció, se quedó y tuve que dejar los estudios porque el deporte exige mucho y, en aquella época, era difícil combinar ambas cosas. En esos años, estudiar y ser futbolista no era muy factible. Hoy en día, la situación ha cambiado, y puedes estudiar por internet. En aquel entonces, se trataba más de elegir entre estudiar o trabajar.

– ¿Extrañás algo del fútbol o no?

– ¿Sabes qué? No. Me resulta raro hablar de esto, ya que el fútbol para mí es un capítulo cerrado. La verdad es que casi no miro fútbol; lo único que sigo es la selección argentina, especialmente por Leo (Messi), porque como persona es impresionante. Aprecio que aún haya gente buena en el fútbol, ya que considero que este deporte se ha vuelto muy comercial y está lleno de intereses que no se alinean con lo que quiero para mi vida. La vida de un futbolista es corta; dejas de serlo muy joven, a los 40 años ya eres considerado viejo, aunque tengas media vida por delante. Por ende, creo que es importante pensar en el futuro con antelación. Soy de los que analizan su futuro unos años antes, por eso he aprendido a retirarme del fútbol antes de que éste me dejara a mí.

– ¿Cómo fue ese proceso de colgar los botines?

– Sucedió de un día para el otro. Mi último equipo profesional fue Atlético Tucumán. Luego transferí mi vida a la tranquilidad del campo y al día siguiente ya estaba montado a caballo, trabajando en lo que realmente me gustaba. No se me cruzó por la cabeza en ese momento que había dejado el fútbol; era algo cotidiano en mi vida, ¿no?

Lujambio por estos días

– ¿Seguís yendo a la cancha o jugando al fútbol?

– No, nunca más volví a una cancha. Desde que dejé el fútbol profesional, hace unos 15 años, solo jugué un partido con mi hijo porque me pidió que lo hiciéramos. Jugué 30 segundos y me desgarré (risas), así que volví al arco. Terminé regresando al fútbol desde donde lo inicié.

– ¿En tu carrera de casi quince años dejaste el fútbol tres veces?

– Sí, porque no me convencía. Me irritaba que había personas con talento que no alcanzaban sus metas por contactos. Así que cada vez que surgía la oportunidad de dejarlo, aprovechaba. Tuve un técnico visionario que, tras cinco años de jugar profesionalmente, me puso de lateral izquierdo en Bella Vista. Pero cuando te pasan esas cosas, son señales de que no te quieren. Es como un mensaje claro. Pero regresaba porque amigos me lo pedían. La última vez volví cuando estuve en Instituto de Córdoba, tras regresar de México, gracias a la llamada de Luis Garisto, quien ya no está con nosotros. Me di cuenta de que estaba desperdiciando unos años más de fútbol, así que volví a jugar, pensando que podía hacer un poco más de dinero, ya que las ofertas eran mucho mejores que al comienzo. Hoy, los números son astronómicos; te acuestas pobre y te levantas multimillonario.

– ¿Pudiste hacer un buen colchón de dinero en tus quince años de carrera?

– La verdad, no sé si acumulé un gran colchón. Alcancé lo que siempre soñé. Soy afortunado de vivir de lo que he hecho, estoy tranquilo, feliz con mi familia, tengo dos hijos y una nieta. Hoy soy más feliz que nunca, estoy en el lugar donde siempre quise estar: en el campo. Los ingresos que me ofrece el campo son diferentes a los del fútbol (risas), pero tengo la posibilidad de vivir tranquilamente.

– ¿Qué balance haces de tu carrera?

– Creo que el balance es sumamente positivo. Aprendí mucho, jugué con grandes futbolistas, viví experiencias que me enseñaron sobre la vida y otras culturas, y conté con la compañía de personas influyentes que me dieron buenos consejos. Por supuesto, también hubo quienes me aconsejaron mal. Pero siempre tuve claro lo que quería; esas son las cosas que un jugador de fútbol debe apreciar mientras juega, porque si no lo haces, el tiempo pasa y ya no habrá oportunidades.

– Sos de la época de Diego Maradona. ¿Con Pelusa te cruzaste alguna vez?

– Jugué contra Diego cuando regresó a Boca y yo estaba en Newell’s. Fue especial estar en la cancha con un monstruo y con su clase, ¿no? No jugué con él, pero sí compartí el campo con otros jugadores importantes.

– ¿Cómo cuáles?

– En Peñarol con Pablo Bengochea, en la selección de Uruguay con Enzo Francescoli. En Argentina jugué con Matute Morales. Todos ellos son jugadores destacados. Si menciono a Cristian el Laucha Lucchetti, que no siempre acertaba (risas), pero el Laucha es como un hermano para mí. Fue genial jugar con Cristian Traverso en Querétaro y también con el Coco Capria. Conocí a muchos jugadores maravillosos, tanto dentro como fuera del campo.

– ¿Te hubiese gustado jugar más en la selección?

–En ese momento, la situación era distinta. Había muchos problemas con los dirigentes; en ocasiones, hasta teníamos que pagar nuestro pasaje… Era un mundo diferente. Cuando me preguntas de qué equipo soy hincha, no tengo preferencia, pero disfruto más donde permite la mejor experiencia. En la selección no guardo buenos recuerdos; no logramos victorias, fuimos bastante desastrosos. Así que no es tanto si hubiese querido jugar más; jugué lo que debía jugar y eso es todo. No hago un balance sobre eso.