28 de agosto de 2025 17:50

Miguel Ignomiriello, creador de la “selección fantasma”, a los 98 años continúa enseñando sobre fútbol argentino

Miguel Ignomiriello es una eminencia del deporte argentino. Los recuerdos de su larga trayectoria

La trayectoria de Miguel Ignomiriello es tan amplia como singular. A sus 98 años, cuenta con más de medio siglo en el fútbol, habiendo dirigido a 25 equipos y tenido dos experiencias en selecciones nacionales: Argentina y Ecuador. Fue director técnico de los clubes más destacados de La Plata y de dos de los cinco grandes: San Lorenzo e Independiente. Compartió espacio con Carlos Bilardo en Estudiantes, dirigió a César Luis Menotti y al icónico Trinche Carlovich en Rosario Central, y fue co-creador de “la selección fantasma” junto a Enrique Omar Sivori.

A pesar de las peculiaridades en su carrera como director técnico, lo que siempre ha caracterizado a Don Miguel, como se le conoce en el entorno futbolístico, es su extraordinaria habilidad para formar excelentes futbolistas y equipos. Un claro ejemplo de esto es el célebre “tercera que mata”, nombre otorgado a la división de Estudiantes que fue subcampeona en 1964 y campeona en 1965, sirviendo de base para el éxito posterior del Pincha. “Teníamos muy claro lo que queríamos hacer y por eso creamos ‘la tercera que mata’, esa categoría que llevó a Estudiantes a lo más alto. La mayoría de esos jugadores se consagró campeona del mundo en 1968”, destaca el histórico entrenador platense.

En el seleccionado argentino ocurrió algo similar. Aunque muchos aficionados mencionarán a Sívori como el DT que clasificó a Argentina para el Mundial de 1974, Ignomiriello fue el creador de “la selección fantasma”, un combinado alternativo que se entrenó durante más de un mes en La Quiaca para enfrentar un crucial partido contra Bolivia. En 1973, dirigió al equipo juvenil que participó en el Torneo de Cannes, en Francia, donde se consagraron campeones con figuras como Mario Kempes, Ricardo Bochini y Marcelo Trobbiani.

“Para trabajar el partido con responsabilidad, armé un plantel sin figuras para evitar que los clubes se quejen. La AFA se olvidó completamente de nosotros y por eso surgió el apodo para ese seleccionado. Nadie se acordaba de nosotros. Para cubrir los gastos de alojamiento y comida, tuvimos que jugar amistosos en Jujuy y Perú. Terminamos invictos y después de esa extensa preparación, logramos lo más importante en las eliminatorias: vencimos 1-0 a Bolivia con un gol de Oscar Fornari, quedando a un paso de clasificar para Alemania 74”, recuerda.

Ignomiriello tiene mil historias ligadas

A lo largo de cerca de 60 años en el fútbol, Ignomiriello ha tenido la oportunidad de observar a los mejores jugadores del mundo sobre el campo: Antonio Sastre, Arsenio Erico, José Manuel Moreno, Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Pelé, Diego Maradona y Lionel Messi, entre muchos otros. “El Charro Moreno era un jugador excepcional, pero Pedernera, hasta la llegada de Maradona, fue el futbolista más destacado del fútbol argentino”, sentencia el entrenador que ha cosechado títulos en las divisiones formativas del Lobo y del Pincha, así como también en el Canalla, el Ciclón, Nacional de Montevideo, Defensores de Cambaceres y Douglas Haig.

Don Miguel también tiene su historia fuera de las canchas en su país, porque cuando nació, el 11 de junio de 1927 en La Plata, el presidente era el radical Marcelo Torcuato de Alvear, quien había logrado el año anterior fusionar las dos entidades del fútbol dividido. La vida institucional, económica, política y social de Argentina ha cambiado drásticamente en casi un siglo. Cuando él llegó al mundo, el profesionalismo aún no se había declarado, la selección argentina no había participado en un Mundial y tampoco había logrado su primera estrella en el fútbol. “Toda una vida en Argentina. Gracias al cruce de italianos, españoles y polacos, el país se ha vuelto muy grande, con un clima excepcional y buena alimentación gracias al trigo y la carne. El fútbol es mi vida. Desde que comencé en 1943, a los 16 años, he viajado por el mundo, formado una familia y tenido hijos y nietos. No gané grandes sumas en este deporte, ya que en mi época los sueldos eran bastante bajos. Pero más allá de eso, no me quedó ninguna cuenta pendiente”, revela en diálogo con Infobae desde la Ciudad de las Diagonales.

– ¿Qué es de su vida, Miguel?

– Estoy muy bien. Me ha llevado varios años, pero gozo de buena salud. Esta semana fui invitado a una charla con los campeones del mundo de Estudiantes. Estuvieron Marcos Conigliaro, Eduardo Flores, Carlos Pachamé y Alberto Poletti. Hablamos un poco del proceso que llevó a Estudiantes a ser campeón del mundo.

– Cuánta historia tiene usted con Estudiantes de La Plata, ¿no?

– Sí. Cuando llegué a Estudiantes en 1963, contaba con 20 años de experiencia en las divisiones juveniles. Así que comenzamos a trabajar con claridad. Teníamos en mente la creación de “la tercera que mata”, esa categoría que llevó a Estudiantes a lo más alto. Fue la definición de un periodista local del diario El Día, tras un triunfo en la cancha de Vélez en noviembre de 1964. En el primer tiempo, el equipo iba perdiendo 2-1, pero en el segundo tiempo logró dar vuelta el marcador y ganó 5-2. Al día siguiente, el periodista publicó “la tercera no gana, mata”. Así quedó el apodo de “la tercera que mata”.

Enrique Omar Sivori. Junto a

– ¡Qué memoria tiene Miguel! ¿Cuál es su primer recuerdo en el fútbol?

– La broma que siempre hago es que me olvidé de las deudas (risas). Comencé muy joven en Gimnasia y Esgrima de La Plata, en 1943, como delegado de las divisiones inferiores, que era el término para designar a quienes trabajaban en juveniles. En marzo de ese año, inicié mi trabajo y gané experiencia, especialmente en la selección de jugadores jóvenes. La práctica constante es lo que otorga experiencia y, aunque se cometen errores, se afina la capacidad de reconocer el tipo de jugador deseado, cometiendo menos errores que aquellos técnicos que no realizan una selección adecuada.

– ¿En el transcurso de su carrera, construyó la selección fantasma en 1973?

– Así es. Seleccioné jugadores cuando fui invitado a trabajar en la AFA. Raúl D’Onofrio, padre de Roberto, era el interventor de la AFA en 1971. Le mostré la necesidad de formar un equipo para competir en la altura boliviana, ya que Argentina había quedado eliminada tras perder con Bolivia en 1969. Debíamos jugar nuevamente con Bolivia en la altura en septiembre de 1973, y era crucial ganar para clasificar a Argentina al Mundial de 1974. Ese fue el trabajo que realizamos, con un grupo de jugadores que estuvo casi 90 días a más de 2.500 metros de altura.

– ¿Le pagaron por haber alcanzado semejante hazaña?

No me pagaron el premio. Los dirigentes me acusaron de apoyar a Raúl D’Onofrio, interviniendo en los asuntos de la AFA, dejándolos mal parados por una foto publicada en el diario. Todos cobraron, incluso quienes no jugaron, excepto yo. Un periodista preguntaba constantemente en la AFA “¿dónde está la selección de altura?”, y nadie sabía responder. Entonces, el periodista publicó en el diario “no es la selección, es la selección fantasma”. Cuando logramos clasificar y debía pagarse el premio, argumentaron que yo los había atacado. Así fue como se popularizó el término y no me quisieron pagar.

Bertoni y Bochini fue citados

– ¿Cito por primera vez a Daniel Bertoni y a Ricardo Bochini para esa “selección fantasma”?

– Así es. Comencé a formar un equipo juvenil Sub-19 para competir en Cannes. Durante ese tiempo, hubo un torneo de juveniles en Francia; busqué jugadores durante casi dos meses, probando futbolistas de diferentes regiones del país y trabajando en la Ciudad de Buenos Aires. Logré formar un buen equipo juvenil que en Cannes terminó primero e invicto. Jugamos 25 partidos y armamos una delantera reconocida en el fútbol: Daniel Bertoni de 7, quien jugaba en Quilmes, Marcelo Trobbiani de 8, un santafesino que había pasado por las divisiones inferiores de Boca, y en la punta Mario Kempes de Instituto de Córdoba, junto a Ricardo Bochini. También estaba Alberto Tarantini, que jugaba de marcador central, pero lo coloqué de lateral izquierdo. Todos fueron campeones del mundo. De los 25 jugadores que dirigió César Luis Menotti en el Mundial 78, trabajé previamente con 16. Se podía anticipar que había muchos diamantes en bruto que llegarían a ser campeones del mundo. Ese grupo se destacó y clasificó a Argentina al Mundial de 1974.

– ¿Fue entonces el primer DT que llevó a Kempes a la selección argentina?

– Sí, con 19 años. En San Lorenzo, había un jugador llamado Hugo Promancio, quien fue el primero en hablarme de las cualidades de Kempes. Lo observé y se lo recomendé a Juan Carlos Lorenzo, el entrenador de Primera de San Lorenzo. Me dijo que ya tenía muchos delanteros. También lo recomendé a José Epelboim, dirigente de Independiente. Organizamos varios amistosos en Estancia Chica, donde nos concentrábamos. Él asistió y optó por Bertoni. También lo sugerí a Alberto Plinio Garibaldi, un histórico dirigente de River, pero no le interesó. Mario era un fenómeno, pero dudaba porque otros me decían que no. Durante nuestra estadía en La Quiaca, preguntó a Aldo Pedro Poy qué opinaba sobre un chico que jugaba en Instituto. “Un crack, además de ser una gran persona”, le dijo. Finalmente, Víctor Vesco, dirigente de Rosario Central, lo vio y lo adquirió por poco más de 100 mil dólares. Después, fue vendido a casi un millón al Valencia de España, previo acuerdo de una asamblea de socios. También llevé por primera vez a la selección a Marcelo Trobbiani, a quien vi jugar en la Sexta y que estaba en conflicto con Boca. Se había mudado a Santa Fe. No tenía manera de contactarlo, por lo que le pedí a un periodista amigo con un programa de radio popular que hiciera el anuncio. Finalmente logré ubicarlo. Hace unos años, cuando Trobbiani era director técnico de la Sub-20, me comentó: ‘Usted me salvó la vida con esa convocatoria; de no haber sido por eso, habría terminado como panadero, igual que mi viejo’.

– ¿En su tiempo en Estudiantes convivió con Carlos Bilardo, que era jugador del plantel?

– Sí. Bilardo era un jugador destacado en el plantel de Estudiantes, campeón del mundo en 1968. Había nueve juveniles de la tercera división del año 64 en “la tercera que mata”. Cuando arribó Osvaldo Zubeldía, el 17 de enero de 1965, comenzó a trabajar con algunos de ellos. El primero en integrarse al plantel titular fue Alberto Poletti. Luego, sumó a Bilardo, que provenía de Deportivo Español. Bilardo fue un jugador excepcional. Muchos jugadores de Estudiantes de La Plata, comenzando con Zubeldía, luego se convirtieron en técnicos destacados: Eduardo Luján Manera, el doctor Madero y el doctor Bilardo.

Convivió con Carlos Bilardo en

– ¿Dirigió a César Luis Menotti en el Canalla?

– Así es. César llegó a Rosario Central tras su paso por Estudiantes. En Platense, en 1966, cambiaron siete técnicos y estaban en peligro de descenso. Salvé a Platense del descenso y luego recibí una invitación para trabajar en Central. Mi intención no era dirigir en el profesionalismo, sino en juveniles. Tras varias reuniones con el presidente de Rosario, accedí a trabajar en las juveniles en marzo y luego subí a Primera. Comencé tal como había hecho en Estudiantes, trabajando en doble turno. Allí encontré resistencia; el Flaco no quería trabajar en ese formato. Tenía un inconveniente con comenzar a las 8:30 de la mañana. Así que lo saqué del equipo y le pregunté “¿prefieres jugar en reserva o descansar?”. Después de eso, pidió irse a Central y se trasladó a Racing.

– También tuvo al Trinche Carlovich en Central. ¿Era un jugador diferente?

– No, era un futbolista de gran nivel técnico, pero con la típica actitud del jugador rosarino. Siempre se destacaron por encima de los de Capital Federal. Sin embargo, el Trinche no tenía el deseo de sobresalir como futbolista. Era excepcional, muy hábil con el balón, driblando, pero su vida giraba en torno al fútbol. No se preocupaba por el futuro, vivía el día a día. Por eso era diferente a los jugadores con los que formé una categoría especial, como Ángel Landucci, Daniel Killer, Alberto Fanesi, entre otros. Desde mi perspectiva, él no tenía la mentalidad para seguir una carrera profesional. Solo buscaba jugar. Retornó a Central Córdoba, donde también se destacó. Era un jugador talentoso, pero carecía de la conducta que siempre exigí para un futuro éxito profesional.

– A lo largo de casi sesenta años en el fútbol, ha presenciado a innumerables jugadores como Alfredo Di Stéfano. ¿Era un jugador que se diferenciaba?

– Sí, era un distinto. Vi a Di Stéfano en 1945, en un partido de River contra Gimnasia Esgrima de La Plata. En ese entonces, trabajaba en el Lobo. Tenía el cabello largo y, en esa época, River contaba con delanteros como Félix Lousteau, Félix Moreno, Juan Carlos Muñoz y Adolfo Pedernera. River lo cedió a préstamo a Huracán, donde estuvo dos años. Al volver a River, ocurrió el éxodo de jugadores, la huelga del ’48 y se fue a Millonarios de Colombia con Pedernera, ya que la dirigencia argentina había fijado un tope de cinco mil pesos como primas. Se destacó en Colombia con un equipo sobresaliente, luego se trasladó al Real Madrid y se convirtió en una leyenda del club.

Ignomiriello junto a Juan Sebastián

– ¿Di Stéfano es el jugador que más lo sorprendió en una cancha?

– El Charro Moreno era un jugador excepcional, pero Adolfo Pedernera, hasta la aparición de Diego Maradona, fue el deportista más destacado del fútbol argentino. Cuando Maradona surgió, transformó el fútbol para siempre.

– ¿El mejor jugador de todos los tiempos fue Maradona?

– No. Maradona fue el primer futbolista destacado en América del Sur. Sin embargo, Pelé, quien debutó a los 18 años en el Mundial de 1958, es considerado el mejor futbolista de todos los tiempos. Después fue Maradona, pero lo máximo como jugador, persona y figura es Pelé.

– ¿Cuál es el mejor equipo que ha visto?

– Son épocas. El Independiente de Vicente De la Mata, Arsenio Erico y Antonio Sastre fue de lo mejor que vi. Luego, aparecen otros como el Racing de Juan José Pizutti, o el de Independiente en la etapa de 1962-63 que jugó la Copa. También, la Máquina de River con Muñoz, Moreno, Pedernera y Lousteau.

– ¿Entre las selecciones argentinas que ha presenciado, cuál le parece la más completa de todas?

– La selección argentina de Menotti en 1978. En ese momento contaba con un respaldo político importante. Después, la que ganó en México 86 con Bilardo y Pachamé. Sin embargo, la mayor sorpresa que me he llevado en mi trayectoria futbolística fue la selección de Lionel Scaloni. Le doy mucho mérito al presidente de la AFA, Claudio Tapia, por haberlo mantenido en el cargo. Y Scaloni fue una gran sorpresa, ya que nadie esperaba que un desconocido gestionara la selección argentina, sabiendo que nunca había dirigido un club de Primera División. La gran revelación fue cómo escaló a los jugadores. No solo como técnico, sino como líder de grupos humanos.

– ¿En 98 años de vida, tiene alguna cuenta pendiente en el fútbol? ¿Qué significa el fútbol en su vida?

– El fútbol es mi vida. Desde que comencé en 1943, a los 16 años, adquirí una gran experiencia. Gracias al fútbol, viajé por el mundo, formé una familia, y tengo hijos y nietos. No gané mucho dinero en este deporte, pues en mi época los sueldos eran bajos. Pero más allá de eso, no me quedó ningún pendiente, ya que en los clubes donde trabajé, yo era quien mandaba. Y cuando no podía, me iba, pues eso no me interesaba. Entonces, dejaba y me iba, pero logré el éxito con “la selección fantasma” que clasificó para el Mundial de 1974, y con “la tercera que mata” en Estudiantes. Además, salimos campeones con la selección juvenil en Cannes. Así que no puedo quejarme.