Paso a paso del recambio del vestuario de Boca que comandó Miguel Ángel Russo en su tercer ciclo con mandato de depurar el plantel

El entrenador arribó al club para cumplir su tercer ciclo con un claro mandato: depurar el plantel

Juan Román Riquelme no tomó a la ligera la elección del entrenador de Boca Juniors tras la salida de Fernando Gago. Consideró que no era correcto prolongar el interinato de Mariano Herrón antes del Mundial de Clubes. Buscó experiencia y confianza: necesitaba a alguien que comprendiera el Mundo Boca y, por encima de todo, a un hombre con espalda y cintura para manejar los egos de un vestuario con muchos caudillos que debía ser emprolijado.

El presidente xeneize entendía que la situación con Gago se le había ido de las manos y que a Pintita lo había sostenido, en buena medida, una racha positiva en el torneo local (luego de la eliminación en la Libertadores ante Alianza Lima), racha que se cortó de raíz en el Superclásico frente a River. Román sabía que tarde o temprano habría que dar un golpe de timón y encontró en Miguel Ángel Russo, aún con vínculo vigente en San Lorenzo, al técnico indicado para afrontar el Mundial de Clubes, pelear al máximo en lo local y depurar el plantel.

Desde el inicio quedó claro el plan de Russo: terminar con las voces internas que podían perjudicar al grupo. De entrada, el entrenador apartó a Cristian Lema y Esteban Rolón, quienes ni siquiera integraron la lista de buena fe para el Mundial de Clubes. El defensor, con contrato hasta fin de año, había sufrido lesiones que lo tuvieron fuera de las canchas a fines de 2024, cuando todavía dirigía Gago. Al Colo, a quien Russo había pedido cuando dirigía al Ciclón, lo descartó por considerar que había mejores opciones en el Xeneize.

Marcos Rojo, uno de los

Mientras esperaba el arribo de Leandro Paredes, advertido sobre su inminente incorporación, Russo se manejó con lo disponible en Estados Unidos y cerró dos de los refuerzos que había pedido: Malcom Braida y Marco Pellegrino. El primero es una alternativa conocida por su paso en el Ciclón. El segundo fue, en cierto modo, una señal hacia uno de los referentes que tarde o temprano terminaría marchándose: Marcos Rojo. Con la incorporación del ex Platense, Milan y Huracán, Russo marcó la salida de un Rojo que ventiló cuestiones de lo que fue su careo con el entrenador justo antes del debut en el Mundial de Clubes.

Rojo, quien valoró a Gago y admitió haber discutido con Herrón, contó que antes del Mundial de Clubes fue a preguntar a Riquelme si había algún inconveniente con su presencia en el plantel y que la respuesta de Román fue negativa. En ese lapso, Russo fue designado entrenador y el defensor viajó porque Ayrton Costa todavía no había recibido la VISA para viajar a Estados Unidos. Con Pellegrino cuidándose por una lesión previa a la firma, Russo probó a Rojo como titular en las prácticas antes del debut contra Benfica. Sin embargo, Costa finalmente viajó y el DT lo puso en cancha. Ahí todo explotó.

Fue duro lo que me dijo Russo, muy duro. Me dijo que no me iba a tener en cuenta. No me lo esperaba, me dijo que no tenía la edad, que no podía jugar a ese nivel. Le dije que lo aceptaba y que iba a entrenar ahí tirando para adelante hasta el día que llegara a Argentina para arreglar las cosas y salir del club”, confió Rojo en una entrevista con ESPN. Tras el 2-2 ante los portugueses, el técnico lo tanteó al defensor porque Costa no estaba al 100% en lo físico para jugar ante Bayern Múnich y Rojo levantó el pulgar. No obstante, volvió a jugar Costa y Boca quedó entre la espada y la pared de cara al match ante Auckland City.

Russo y la reconstrucción del

Con la necesidad de un milagro para clasificarse a octavos y con todos los centrales zurdos en duda, Russo volvió a preguntarle a Rojo si estaba en condiciones de jugar. El jugador relató su versión: “Yo estaba cargado de un cuádriceps por un trabajo fuerte que habíamos hecho y pedí no entrenar. Miguel se enojó conmigo, tuvimos una discusión y me di cuenta que me iba a sacar de ese partido”. Tras ese cruce, Rojo habló con los miembros del Consejo de Fútbol para contarles su situación con el DT y les pidió que, al volver a Argentina, gestionaran su salida; así fue como, sobre el cierre del mercado, rescindió y firmó en Racing.

Antes de su adiós definitivo, Rojo fue separado del plantel profesional junto a Lema, con quien mantenía estrecho vínculo personal, y Marcelo Saracchi, castigado por la dirigencia tras su insistencia en marcharse en este mercado. El lateral izquierdo quedó relegado y pasó a entrenarse de forma diferenciada con los otros dos. Ya no compartieron prácticas ni vestuario con sus compañeros. Rojo terminó en Avellaneda y admitió que ni siquiera llegó a despedirse de Juan Román Riquelme. El uruguayo, que estuvo cerca de ir a préstamo a Independiente, finalmente fue cedido al Celtic de Escocia. El único que quedó marginado fue Lema, quien se marchará de la institución a fin de año.

En medio de la crisis deportiva se produjo un quiebre que expuso a otro referente, Miguel Merentiel, y que derivó en la charla del cuerpo técnico con los jugadores tras la derrota ante Huracán. Sobre ese momento habló uno de los actuales titulares, Juan Barinaga: “Huracán fue un golpe durísimo, no pudimos encontrar juego en ningún momento del partido. Fue el partido en el que más superados nos sentimos. Ahí hubo un quiebre. A veces es necesario que los equipos y planteles lo tengan, hay momentos donde no funcionan las cosas y necesitás ver la realidad. Ahí nos sentamos y tuvimos una charla muy positiva que nos hizo cambiar la mentalidad”.

Cavani y Paredes, los nuevos

Barinaga también destacó algo que se vio en la cancha y en el vestuario: el liderazgo que aportó Leandro Paredes desde su llegada. “Vino con mentalidad de unión y fortalecer al grupo, algo que ayudó muchísimo. Esa parte era la que nos faltaba y él la incorporó. Te da consejos que a veces necesitás escuchar y, que te lo diga él, pega más fuerte. Si te lo dice es por algo. Le prestás atención. A mí me ayudó mucho. Cuando lo escuchás, te quedás con algo siempre”.

El campeón del mundo se impone como un capitán sin la cinta. Aunque el brazalete lo lleva el cuestionado Edinson Cavani, puertas adentro destacan su ejemplo de trabajo. Sin embargo, el jugador que más arraigo mostró para conducir al equipo es Leandro Paredes, quien llegó para dominar la mitad de la cancha, adueñarse del equipo y ser la voz predominante en el vestuario.

Desde que Russo ejecutó su limpieza y cuando Riquelme buscó alivianar el ambiente aceptando las renuncias de Mauricio Serna y Raúl Cascini en el Consejo de Fútbol, Boca no volvió a perder. Las críticas disminuyeron y el equipo se acomodó: se aseguró zona de clasificación para los octavos del Clausura y mejoró en la Tabla Anual que otorga plazas para la Libertadores 2026. Dos empates (Racing y Central en Rosario) y tres triunfos (Independiente Rivadavia en Mendoza, Banfield y Aldosivi en Mar del Plata) reflotaron a un conjunto que parecía perdido y, sobre todo, evidenciaron la limpieza que desde un primer momento buscaron Román y Miguel.