La expresión de Max Verstappen no pasó desapercibida al finalizar el Gran Premio de Singapur. Entre los contendientes que aún tienen opciones aritméticas de conquistar el título mundial, fue el piloto de Red Bull quien salió de Marina Bay con el mejor botín de la etapa, logrado en parte en una pista donde el uno-dos de McLaren parecía asegurado. Sin embargo, Verstappen subió al podio con un lenguaje corporal que no dejaba lugar a dudas, y las razones se hicieron evidentes más tarde.

Max Verstappen, Red Bull Racing, celebra el segundo puesto en Singapur.
Foto de: Zak Mauger / LAT Images vía Getty Images
Red Bull era consciente de que la carrera se decidiría en los escasos metros entre la línea de salida y la curva 1. En retrospectiva, la decepción de Verstappen al final de la clasificación resulta aún más comprensible. El piloto acusó a Norris de obstruirle al quedarse delante de su coche durante la vuelta rápida final, generando turbulencias, lo que sumó nerviosismo al saber que enfrentaba una carrera complicada. Al partir desde la segunda posición, sus chances de liderar en la primera curva se vieron drásticamente reducidas.
No es un secreto que en el circuito de Marina Bay quienes ocupan la fila izquierda de la parrilla tienen menos agarre que aquellos alineados a la derecha, siendo la parte más engomada la trazada empleada por los pilotos al salir de la última curva.

Russell en la salida de Singapur consigue una salida más limpia que Verstappen, a pesar de que Max llevaba neumáticos blandos
Foto por: Colin McMaster / LAT Images vía Getty Images
En Red Bull optaron por jugar la única opción disponible: montar un juego de neumáticos blandos en la salida, lo cual, según las simulaciones de Pirelli, les habría permitido ganar dos metros en la primera vuelta en comparación con los neumáticos medios. Desafortunadamente para Max, esa estrategia no resultó suficiente. La diferencia de agarre en el asfalto no se compensó con el compuesto más blando, como demostraron también los desempeños de Antonelli (-2 posiciones) y Hamilton (-1 posición), quienes salieron detrás del Red Bull.
“El escenario estaba claro incluso antes de la salida”, admitió Verstappen, “no tuvimos dudas en elegir el blando, era una oportunidad y decidimos arriesgarnos”. Tras el fallido intento de alcanzar la primera posición, comenzó una carrera en la que tuvo que lidiar con los inconvenientes de los neumáticos ‘rojos’ sin poder disfrutar de sus beneficios.
“Tuve que esforzarme mucho para mantenerlos en condiciones”, explicó, “necesitaba conseguir un tiempo aceptable antes de cambiar a los duros”. Los estrategas de Red Bull debieron esperar hasta la vuelta 19 para asegurarse de que la parada no los llevaría al tráfico, lo que permitió a Russell, mucho más consistente con los neumáticos medios al inicio, establecer un margen de nueve segundos.
En ese punto, cualquier posibilidad de ganar el Gran Premio de Singapur se desvaneció. A pesar de cruzar la meta delante de Norris y Piastri, la expresión de Max no era la mejor. Tres fueron las causas de su decepción: haber perdido la carrera contra un rival que ni siquiera figuraba en el radar la víspera de la competencia, no haber logrado la pole (por 182 milésimas) por un problema que Verstappen atribuye a Norris y, por último, haber optado por los neumáticos blandos, una elección que le impidió mantenerse a la estela del Mercedes de Russell durante el primer stint.
Poco importa que, poco antes del fin de semana, la premisa fuera diferente; Max es consciente de que tuvo una oportunidad que, por diversos motivos, no se concretó como hubiese querido. De haber triunfado, se habría colocado a -56 de Piastri y a -34 de Norris, una diferencia significativa en cualquier caso, pero la racha de tres victorias consecutivas probablemente habría tenido escaso efecto tranquilizador en el box de McLaren en un momento donde la guerra psicológica es tan crucial como la técnica.
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