Puede parecer morboso, pero no lo es. Es una realidad. Todavía hay fiesta en el cementerio. La comunidad de Libertad, en el partido bonaerense de Merlo, continúa soñando despierta con el histórico ascenso de su Midland a la Primera Nacional. Curiosamente, el club, fundado en 1914, lleva el nombre de la línea de ferrocarril (actualmente Belgrano Sur) que cruza la ciudad, aunque toma su apodo y su esencia del cementerio Santa Isabel, donde ya nadie reposa en paz, que se encuentra justo enfrente de su modesto estadio, el Raúl Roberto Sabureau, a solo 300 metros de la estación.
El estadio, con capacidad para unos 10.000 aficionados, lleva el nombre de un antiguo colaborador del club, martillero que incluso patrocinó las camisetas. Un referente en la zona. Sin embargo, de no haber sido por su perfil bajo, también podría haber sido homenajeado en alusión a una dama de hierro que habitualmente se olvida: Thelma Edith Salvi de Bobboni, Cachi para los amigos.
Midland, mucho más que un viejo invicto de 50 partidos
Se han dicho muchas cosas sobre el Funebrero, y se podrán sumar muchas más. En sus 111 años de existencia, llenos de muertes y renacimientos, brotan fragmentos suburbanos. Locomotoras, talleres, la camiseta blanca con franja diagonal azul que acompaña desde 1933, la afiliación a la AFA en 1960 y el debut un año después en la D (Aficionados), el mega invicto de 50 partidos sin perder, el récord 11-0 a Atlas en 1983, el clásico que no se llevará a cabo en la PN contra Ituzaingó, el césped sintético ( una rareza en la elite del fútbol argentino), la Tumba 12 -como se llama su numerosa hinchada-, y apellidos ‘ilustres’ -entre tantos anónimos- como el del presidente Agustín Orion (ex arquero de San Lorenzo, Boca, Racing y la Selección) y el del periodista Marcelo Palacios. Sin embargo, la memoria selectiva tiende a olvidar a quien fue la primera presidenta elegida por sus pares en un club directamente afiliado a la Asociación del Fútbol Argentino.
La dirigencia femenina ha tenido su diversidad (aunque no en gran cantidad). Desde el glamour de Amalia Lacroze de Fortabat en el Loma Negra olavarriense de los ’80 (más dueña que presidenta), hasta Lucía Barbuto en Banfield, Edith Pecorelli en Temperley, Gladys Ruifernández en San Martín de Burzaco o Valeria Cisneros en Central Ballester. También ha habido casos accidentales. Natividad Gallego de Marcovecchio, viuda y con dos hijos, quien era vice segunda de Platense y miembro de la Subcomisión de natación, nunca imaginó que en 1971, debido a la crisis institucional del club, acabaría asumiendo tras la renuncia del presidente y el vicepresidente primero, ante la exigencia de la asamblea de socios. Heredó una crisis. Duró poco. Descendieron a la B.
Cachi Salvi, una historia de película
La historia de Salvi, regresando al próspero Midland campeón de la Primera B (con Apertura y Clausura destacadas), podría dar para un libro o incluso una serie de Netflix. “Mi madre fue una mujer adelantada a su tiempo. Fumaba cuando era mal visto, usaba jeans, se imponía entre los hombres. Era una emprendedora. Tenía negocios, estaciones de servicio, y falleció en 2023, ya establecida en San Rafael, cerca de las montañas, donde se dedicaba a la producción frutihortícola”, le contó su hijo Eduardo Bobboni. Cachi, su madre, se dedicó a la docencia. Se graduó a los 17 años en magisterio, fue maestra de grado, secretaria y directora. Luchaba por todo. Fue una militante social en épocas complejas. “En su juventud, su ideología se inclinaba hacia la izquierda, participando en organizaciones combativas. Algunos de sus compañeros de lucha aún están desaparecidos. Se salvó porque una amiga le advirtió que la estaban buscando y tuvo que esconderse casi un año en Las Toninas… Pertenecía a una generación que creía que lo colectivo y solidario era más importante que lo individual. Formaba parte de un grupo de personas comunes, fomentistas, cooperativistas, que tenían una visión de futuro sobre los clubes, más allá del desarrollo futbolístico. Posteriormente, vino una sociedad sin los valores esenciales que esos viejos representaban. ¿Cuántos directivos de hoy crees que están ahí por algo más que el dinero o por ser personajes públicos?”, plantea Bobboni como una pregunta con respuesta casi evidente.
A algunos les decían Edith; otros la llamaban teacher, por su profesión; y también Thatcher, como Margaret, por su rigurosidad en el cumplimiento de metas. El club, durante su adolescencia, se convirtió en el epicentro de las actividades sociales de la comunidad de Libertad. Allí se movió con gran soltura, como un alma entre nichos y sepulcros. Y con el tiempo, se empoderó completamente. Un embargo de Utedyc sobre las cuentas bancarias terminó de reforzar su posición.
Un domingo convocó a un almuerzo en la sede, con un tenedor de alto valor como entrada. Invitó a socios destacados, al párroco local, así como a comerciantes y empresarios de la zona. A todos los sectores. Cuando llegó el momento del postre, ofreció un discurso impresionante, se le escaparon unas lágrimas y empezaron a pasar una bolsita: la gente comenzó a aportar lo que tenía. Dinero, cheques, cadenas, anillos. Todo valioso para asegurar el terreno que estaban a punto de perder y sobraron fondos para escriturar y alambrar. Fue parte de un proceso de una CD casi rotativa que continuó la obra de Roberto Chielini, asumió el 16 de diciembre de 1983 -recién recuperada la democracia en nuestro país- y dejó el cargo a Roberto Colja el 5 de septiembre de 1985. Menos de dos años, pero un recuerdo imborrable.
La pelotita no fue todo
Hizo de todo. En pleno auge de Guillermo Vilas, construyó canchas de tenis; adquirió el predio donde actualmente juegan las Inferiores (pensando en trasladar el estadio fuera del centro de Libertad); tuvo conflictos con la barra; fundó un Jardín de Infantes, siendo uno de los primeros clubes de fútbol en ofrecer educación para los más pequeños. Se le llamó ‘el Jardín Encantado’. Nunca hubiese aceptado que llevara su nombre. “Era una persona fuerte. Era raro que alguien le dijera que no. Con ella en la presidencia, Midland pasó de ser un club esencialmente de fútbol, que jugaba en la antigua Primera C, a un club moderno y pionero de su época en integrar otras actividades. Además, tenía una excelente relación con Grondona, ambos vinculados al mundo de las estaciones de servicio. Don Julio la veía como un símbolo de la apertura de la mujer en la dirigencia del fútbol argentino. La única diferencia era el amor por los clubes: mi madre era fanática de River y Grondona, del Rojo, recuerda Eduardo.
Con el tiempo, se fue alejando del club. Pasó por la famosa ‘rotación’. La política la tentó, pero prefirió hacer su camino. Viajó por Europa, Estados Unidos, disfrutando mucho hasta que un asunto familiar (dejó de ser empresaria para convertirse en abuela) la llevó a Mendoza, donde se estableció. Sin embargo, el paso del tiempo no hizo olvidar al Funebrero.
“Yo fui una rareza. Intenté darle un marco más amplio a un club de fútbol. Hoy somos una institución centenaria que abre sus puertas a todos. Por eso, quise crear una escuela con orientación deportiva y empecé por el Jardín. También creamos la Comparsa Las Estrellitas y una colonia de vacaciones donde los chicos podían almorzar y tener un plato de comida. Era amor por el deporte, más cultura. Pasamos de tener 3,500 socios a 6,000. Yo sabía que si trabajábamos juntos con los hombres seríamos invencibles”, le confesó Edith en 2020 al programa Midland en Directo, donde
“Ella hablaba de Midland constantemente. Nunca se olvidó. Además, vivía en dos lugares. Habitaba en Libertad y en San Rafael. Inclusive, ya retirada, colaboró mucho, incluso con más de ochenta años, porque tenía muchos contactos. Vivió intensamente. Hizo lo que quiso. Organizó, gestionó, discutió, gritó, viajó, fumó, bebió… Me enseñó que la vida es corta y que hay que vivirla a plena capacidad”, concluyó Bobboni su diálogo, mientras Cachi descansa en paz, ahora que puede, frente a la Cordillera de Los Andes. Como una campeona. Sabe, a su manera, que el Funebrero regresará para visitarla. Godoy Cruz, Gimnasia y San Martín de San Juan esperan a los de Libertad en esta nueva aventura. Tal vez sea una señal. La Dama de Hierro nunca se fue del todo.














