Italia aseguró su lugar en una nueva final de la Copa Davis, tras una de las batallas más intensas del torneo, donde Flavio Cobolli fue el héroe al derrotar a Zizou Bergs en un partido que duró más de tres horas y tuvo a los aficionados en vilo en Bolonia: superó siete match points en el tie break y celebró con euforia rompiéndose la camiseta. Con este triunfo, el equipo dirigido por Filippo Volandri llega a la final por tercer año consecutivo, algo que no ocurría desde la racha de Australia entre 1999 y 2001.
El italiano salió a jugar con intensidad desde el primer set, donde quebró el servicio de Bergs en el cuarto juego y consolidó su ventaja con un tenis agresivo y preciso. El local ganó por 6-3, reflejando la autoridad que Matteo Berrettini había mostrado en el primer partido de la serie, donde venció a Raphael Collignon por 6-3 y 6-4.
En la segunda manga, aumentó la tensión, con ambos jugadores mostrando un alto nivel de concentración y sin dar oportunidades de quiebre. El set se decidió en un tiebreak muy disputado, aunque el belga se impuso en el desempate, obligando a un set decisivo y generando incertidumbre entre los aficionados locales, que llenaban el pabellón de Bolonia.
El tercer set se convirtió en una verdadera prueba de resistencia física y mental. El tenista de 23 años salvó tres bolas de quiebre en el tercer juego, mientras que Bergs mantuvo la presión en cada uno de sus servicios. En el noveno juego, el belga tuvo otra oportunidad de quiebre, pero el italiano se mantuvo firme. El desenlace llegó en un tie break dramático, donde Cobolli contuvo cinco match points en contra, mientras que Bergs tuvo siete oportunidades de ganar. Cobolli, demostrando una gran fortaleza, levantó todas las bolas de partido en su contra y cerró el match con un marcador de 6-3, 6-7 y 7-6, con un tie-break final de 17-15.
El tano expresó su euforia tras la victoria y, después de abrazarse con su equipo, rompió su propia camiseta mientras le gritaba a la hinchada. El festejo continuó en las gradas, donde el público mantuvo un ambiente increíble que fue crucial a lo largo de todo el partido.
Por el lado belga, la eliminación dejó un sabor amargo, especialmente para Bergs, quien estuvo cerca de forzar el partido de dobles y mantener las esperanzas de su país. Tras el encuentro, el tenista belga mostró su desconsuelo por la oportunidad desaprovechada y se puso a llorar. Hasta Cobolli se acercó a brindarle consuelo.
“Lo único que puedo decir es que somos un grupo de cinco chicos que lo damos todo. Hoy pude lograr esta victoria gracias a ellos. Somos un equipo muy unido, luchamos por el otro y estamos tratando de alcanzar nuestro sueño, que todos conocen. Agradezco mucho porque me brindaron un gran apoyo. Sentí eso y jugar así es más fácil. Debo ser honesto, hoy arriesgué un poco, pero así imaginaba mi partido ideal, aunque les juro que no lo hice a propósito para llegar al tercer set. He cumplido mi sueño”, comentó Cobolli en la entrevista posterior al partido.
Después de esto, emocionado, destacó: “Quería dedicar esta victoria a mi madre, que normalmente no viene a estos eventos, luego a mi hermano, que está llorando... ¡Deja de llorar! Y después a mi gran amigo (Edoardo Bove, futbolista de la Fiorentina), a quien espero que vuelva pronto a jugar al fútbol”.
La victoria de Cobolli no solo garantiza el pase de Italia a la final, sino que también permite que la pareja de dobles, compuesta por Andrea Vavassori y Simone Bolelli, no tenga que salir a la cancha. El equipo italiano, que no contó en esta ocasión con sus principales figuras, Jannik Sinner (número uno del mundo) y Lorenzo Musetti (octavo del ranking), demostró la profundidad de su plantel.
Italia, actual bicampeón, se convierte en el primer país en alcanzar tres finales consecutivas desde la hazaña australiana de finales del siglo pasado. Ahora espera al ganador de la otra semifinal entre España y Alemania, que eliminó a Argentina en los cuartos de final, con la posibilidad de enfrentarse al equipo capitaneado por David Ferrer, que viene de remontar ante la República Checa.





