Agradecimiento, sufrimiento y una dura realidad

Gratitud de los hinchas de Racing hacia su equipo, que dejó el alma en la cancha, y sorprendentemente, no logró convertir ni un gol en 190 minutos de juego. Se habla mucho de la diferencia económica, de inversiones, de estrellas, y que por eso, en los últimos tiempos, las copas quedan en manos brasileñas.

Verdad a medias: esta vez, el Flamengo es finalista gracias a un argentino que no tiene un valor millonario, que ya disputó una final con Boca y ahora busca otra, siete años después.

El desempeño de Agustín Rossi fue magistral; el hombre que se erigió como un muro frente a Racing (realizando atajadas de todo tipo, ya sea de arriba, abajo, cabezazos o zapatazos como el de Vietto al final) y que mantuvo la valla invicta para un Flamengo astuto, que en el segundo tiempo se dedicó a defenderse, hacer tiempo y complicar el juego, como suele suceder en estas circunstancias.

Resulta ridículo e increíble lo que hizo el árbitro chileno Piero Maza; es inexplicable que haya otorgado solo seis minutos de descuento, cuando la mínima debía ser diez.

Racing mereció, al menos, llegar a los penales, un desenlace que no se dio. Con este golpe, seguramente celebrado por muchos otros hinchas argentinos debido a la rivalidad y al folclore, se reafirma una tendencia negativa de la última década: los argentinos no hemos ganado la Libertadores y el único finalista, que llegó desde octavos a través de penales, fue Boca en 2023.

Esta es la séptima edición sin títulos en esta competencia de élite, con River 2018 como el último campeón.

¿Se puede competir con los brasileños? Se puede, aunque resulta complicado, y por eso apenas la Liga de Quito, si sostiene el 3-0 de la ida en Ecuador contra Palmeiras y vence al Mengao en la final, podría impedir que levanten la séptima copa consecutiva.

Es una realidad dolorosa, dado que Racing se mostraba capaz de dar un golpe continental y porque, una vez más, los brasileños dominaron a nivel clubes. ¡¡¡Y gracias a las manos de un argentino!!!