31 de agosto de 2025 21:29

Botín de oro en Sauce Montrull

Decir Jonah Lomu es sinónimo de rugby. El neozelandés se convirtió en un emblema de la historia de este deporte, un jugador extraordinario que trascendió incluso los límites de su propia disciplina, en una época en la que la comunicación y la tecnología no contaban con los avances actuales.

Pocos recordarán la relevancia del 1° de diciembre de 2001. Ese día, los All Blacks visitaron a Los Pumas en el estadio Monumental, conocido entonces como Antonio Vespucio Liberti; hoy, por cuestiones de patrocinio, se llama Mâs Monumental.

Cómo olvidar aquel día histórico. Y pensar que han pasado ya 24 años. Algunos jugadores del seleccionado actual, ni siquiera habían nacido. Desde entonces, las experiencias acumuladas han sido infinitas… ¡El rugby mismo cambió! Sin embargo, para quienes estuvieron presentes, aquella vivencia perdurará para siempre.

UN DÍA ÚNICO

El increíble Lomu se percibía desde lejos, quizás aún más grande de lo que realmente era. Andrew Mehrtens, con sus patadas quirúrgicas y su notable destreza mental, logró incluso enmudecer a un estadio repleto en más de una ocasión. La potencia del gran Tana Umaga, la astucia de Doug Howlett y la ferocidad de la primera línea compuesta por Kees Meeus, el capitán Anton Oliver y Dave Hewett fueron implacables.

Esa fue la segunda vez que Jonah Lomu se enfrentaba en un encuentro oficial a Los Pumas, y la primera en Argentina. En ese momento, tal vez poco interesaban las estadísticas. Realmente, era un espectáculo imperdible, una oportunidad para disfrutarlo en toda su magnitud, sea como fuere.

El ambiente era festivo. Niños con camisetas de todos los clubes se divertían, mientras los mayores, atónitos en las tribunas, comentaban que nunca habían presenciado un evento similar. Era la época en que los test matches comenzaban a transformarse en verdaderos shows. La Mississippi se presentó en el entretiempo y los stands de merchandising ocupaban gran parte del barrio de Núñez.

El seleccionado nacional, dirigido por Marcelo Loffreda, no desentonó en absoluto. A lo largo de todo el partido, Los Pumas mantuvieron a los neozelandeses contra las cuerdas. A pesar de que la mayoría de las miradas se centraban en los de negro, principalmente en el 11, quien al recibir el balón provocaba gritos y murmullos. No era para menos. Desde afuera, detener en un uno contra uno a ese wing parecía una quimera… ¡Qué jugador extraordinario!

PALO A PALO

Argentina desarrolló un partido prácticamente perfecto, mientras los All Blacks atravesaban uno de sus encuentros más flojos. Parecía que los astros se habían alineado para que Los Pumas concretaran un batacazo histórico. Fue el partido de su vida para el entonces capitán Lisandro Arbizu, quien esa noche logró marcar dos tries.

A escasos minutos del final y con el marcador a favor por 20-17, una patada de Felipe Contepomi se mantuvo dentro del campo, y la visita atacó utilizando todo el espacio disponible, finalizando la jugada en manos del octavo Scott Robertson –hoy, DT de los All Blacks– quien logró revertir el marcador derrapándose en el ingoal, justo debajo de la cabecera donde había un grupo de paranaenses.

Un mínimo error ante las potencias se paga caro. Y vaya si Los Pumas lo supieron ese día. Sin embargo, más allá del resultado, aquel 1° de diciembre quedará grabado para siempre en la historia del rugby argentino.

MÁS QUE UN RECUERDO

Al final del encuentro, en su recorrido triunfal, Jonah Lomu saludó a la entusiasta hinchada argentina y les obsequió toda su indumentaria. Una curiosidad quiso que uno de sus botines fuera recogido por el paranaense Gonzalo Seghezzo, exjugador de la camada ’71 del Club Tilcara, quien se hallaba en el evento acompañado de amigos de la institución de Sauce Montrull. Al regresar a Paraná, aquella reliquia quedó inmortalizada en El Quincho de la Ruta 18.

“Lo tuvimos mucho tiempo en el club exhibiéndolo, pero decidimos sacarlo porque hubo intentos de robo, un par de veces, impulsados más que nada por malicia o picardía”, comentó Walter Walz en declaraciones a Mirador Entre Ríos. “Ahora la idea que tenemos como institución es venderlo o subastarlo y así, con ese dinero, poder realizar obras que nos beneficiarían mucho en el club”, remarcó y concluyó: “Jonah Lomu es para Nueva Zelanda lo que Messi o Maradona es para nosotros. Seguramente habrá algún club o aficionado que quiera tener esta reliquia y le resultará muy útil”.