28 de agosto de 2025 10:02

De guardavidas a DT de Aldosivi: la pasión de Mariano Charlier por el fútbol tras 28 años en Mar del Plata

Mariano Charlier convivió durante toda su vida entre sus tareas como DT de juveniles y el rol en la playa. A los 50 años, pasó del interinato a técnico principal en el “Tiburón” y pelea por concretar su gran sueño

“El fútbol no me ha cambiado nada todavía… ¡Yo tengo una Meriva modelo 2012 que no logro vender! Me he metido en un plan de ahorro, soy un laburante”, afirma Mariano Charlier entre risas tímidas. Habla pausadamente, alternando sorbos de mate desde los sillones plásticos que él eligió por su posición estratégica respecto al sol en esta cálida mañana de invierno. A sus 51 años, se encuentra en el umbral de un cambio radical en su vida, tras casi tres décadas alternando entre su pasión por el deporte y su amor por la playa.

Mariano soñó con ser futbolista, pero las lesiones truncaron ese anhelo justo cuando su otra gran pasión empezaba a tomar protagonismo. Mientras se graduaba como profesor de educación física y comenzaba sus primeros pasos como director técnico de niños, Charlier se sentaba bajo el sol de Mar del Plata, trabajando como guardavidas en uno de los balnearios más concurridos del país. Este trabajo, que había mantenido en pausa durante más de tres décadas, ahora se encuentra en stand by, ya que su objetivo es evitar el descenso de Aldosivi en la Liga Profesional.

“Hace 28 temporadas que estoy y siempre en la misma playa, con mis mismos compañeros. A veces en marzo, o en diciembre, que es más tranquilo, me meto en el agua y me pregunto por qué me vuelvo loco con el fútbol. Pero bueno, el fútbol te apasiona, te pasa por arriba, y me encanta”.

La historia del director técnico del Tiburón es una de las más singulares en los últimos años de un fútbol cada vez más exigente, profesionalizado y hasta robotizado. Mariano es un laburante que ha llegado. Uno de los nuestros. Un apasionado que persiguió un sueño que, en ocasiones, parecía letárgico. Hasta que despertó y la ilusión se convirtió en realidad: ha sido seleccionado por quinta vez en los últimos años para asumir el interinato mientras la dirigencia resolvía la llegada de un reemplazo para Andrés Yllana, quien se encontraba saliendo. Los resultados lo han acompañado, y ya lleva cinco meses al mando de un proyecto que tiene un hilo rojo poético: su misión es salvar, esta vez, al club del descenso.

Mariano lleva casi tres décadas

“Se dio ahora, pero ya lo tenía pensado”, revela sobre el plan que lo llevó a ocupar una de las 30 butacas de director técnico más codiciadas del país. Charlier, que fue capitán de Independiente de Mar del Plata, un volante de contención tenaz, vio cómo una segunda fractura lo alejó de las canchas durante cinco meses, generando un “odio” hacia el fútbol. Su esperanzador sueño de ser jugador ya se había diluido, pero su pasión por el deporte servía como combustible. Un consejo de un profesor durante un campamento de verano lo llevó a entender que podía combinar dos amores: la playa y el fútbol. Se formó como profesor de educación física mientras también estudió para ser guardavidas y dirigió categorías menores en su club.

Llegó a tener jornadas con tres trabajos. De la escuela al club, del club a la playa. Cambiaba de ropa en los autos y así se desplazaba. Un obrero del fútbol que comenzó dirigiendo chicos de 14 años en Aldosivi, ayudó a Gancho Zwicker en Unión de Mar del Plata en el Federal A y pasó por todos los cargos formativos en su querido Independiente. Hasta que en el Tiburón le ofrecieron ser coordinador de todas las divisiones juveniles junto al Pipa Villar tras la pandemia. Venía de dirigir durante cinco años a Independiente en la liga marplatense: “Llego aquí sin haber sido campeón durante tres años en la liga local. Lo menciono porque muchas veces se dice ‘estás aquí’. A veces hay que destacarse de otras formas, no solo ganando”.

Mucha gente que trabajaba conmigo me decía ‘estás para otra cosa’. ¿Pero quién te ve? ¿Dónde? No tengo representante, ni siquiera hoy. Cuando me llamaron de Aldosivi, estaba Gago y vine con la idea de que, quizás, conocía su forma de trabajo”, recuerda sobre esos empujones finales que lo llevaron a decidirse a apostar todo al fútbol. “Me interesaba saber si esto me abriría otras puertas”, confiesa.

“Vine pensando también que el fútbol me llevaría a otro lugar. Yo sabía que lo único que no iba a abandonar era la playa, dejando de lado lo demás”, dice, se detiene y añade: “La playa no la soltaría, a menos que se presentara una oportunidad realmente importante”. Y esa oportunidad llegó: “La diferencia de este interinato es que me ha ido muy bien con los resultados desde el principio, a diferencia de los anteriores”.

— A vos te cambia en este caso que ganan…

— Que ganamos… Me toca este interinato y ahora sí siento que tal vez empiece a cambiar mi situación. No me lo creo ni un poco, porque esto es muy efímero. Si pierdo tres partidos y tengo que irme de aquí, no sé cuántos se acordarán de mí después. En principio, estoy totalmente enfocado aquí. Estoy haciendo lo mejor que puedo para estar mucho tiempo. Si hay algo que puedo decir, y sin ser arrogante, es que en los interinatos han llegado jugadores conocidos, con trayectoria: “Ojalá ganemos así se quedan ustedes. Vas a ver que nos irá bien y se quedarán”. La diferencia de este interinato es que me ha ido bien con los resultados desde el inicio. Con respecto a la playa, tengo hasta noviembre para pensar en ello. Mi hijo se ha graduado como guardavidas, así que espero poder seguir en el fútbol y dejarle el puesto a mi hijo.

Inició su ciclo el 14

La familia Charlier llegó en los años 80 a la Costa Atlántica en busca de un futuro laboral más próspero, con el pequeño Mariano de siete años como el mayor de sus tres hijos. Abrían un hotel de verano en Santa Clara del Mar y planificaban regresar a Buenos Aires durante los inviernos. Sin embargo, algo cambió: decidieron quedarse aquel invierno y los siguientes. Sus primeros recuerdos se forjaron entre la ciudad icónica de la costa argentina y ese refugio playero, hasta que sus padres vendieron el alojamiento. El buffet de Independiente de Mar del Plata, liderado en su infancia por la familia del ex Estudiantes y Newell’s Rulo París, se convirtió en su hogar hasta el día de hoy.

Crecer en Mar del Plata lo acercó a la playa, pero quizás lo distanció un poco de las pruebas futbolísticas comunes en la capital. La oportunidad de llegar a ser jugador profesional se desdibujó en el horizonte como un atardecer nublado, pero nada pudo apagar su devoción por la pelota. Estos dos amores crecieron dentro de él con una convivencia tan armoniosa como exigente, sin generar contradicciones. Mariano ha sido guardavidas y director técnico durante tres décadas sin conflictos. Ahora, planea en voz alta y, por primera vez, desea que uno de sus pilares haya llegado a su fin.

— ¿Esta sería la primera vez que tienes un solo trabajo?

— Sí… Este trabajo vale mucho. Cuando asumí la coordinación en Aldosivi junto con el Pipa (Villar), ya no pude hacer otra cosa. A medida que mi carrera en el fútbol avanzaba, fui reduciendo mis horas en la escuela. Nunca abandoné la playa, ya que fue mi sustento económico. Dado que es un empleo de cinco meses, se convirtió en un trabajo de gran importancia. Nunca lo pude descuidar, además de que es algo que disfruto, es muy bonito.

— ¿Cambió algo en tu vida cuando te confirmaron como DT principal de Aldosivi?

— No, nada… El cambio se siente cuando estás en el día a día. Después, todo es muy natural. Sé que, aunque esté confirmado, cada partido es crucial. ¿Estoy confirmado? Sí, pero ¿cuánto dura la confirmación de un técnico? Mi verdadera aspiración es finalizar el año en Aldosivi: eso significa que el club sigue en Primera. Aspiro a alcanzar regularidad y despegar un poco de la tabla de descenso para no pensar en ello constantemente. Eso es lo que busco, y llegar a fin de año. Para mí, eso sería un gran logro. Entonces, sí, diría que “cambió mi vida”.

— Pero en la dimensión humana, ¿qué cambió para alguien que tenía tres trabajos para vivir y de repente está como uno de los 30 técnicos de Primera División?

— Creo que me agarra a los 50 años, con los pies en la tierra. No me la creo. Sí, siento que, especialmente en la ciudad, mucha gente del fútbol de Mar del Plata está muy contenta. Que le pase esto a uno de nosotros es un orgullo, pero hoy aún siento que no me ha cambiado. ¡Yo tengo una Meriva modelo 2012 que no puedo vender! Me metí en un plan de ahorro, soy un laburante.

— ¿No te ha cambiado la economía?

— No, todavía no… Ni mucho menos, porque al ser de la casa y demás factores, no gano como un técnico de Primera….

— Si bien tienes un plantel de laburantes, ¿cómo convive un trabajador con una Meriva 2012 en un ambiente donde quizás con 17 años ya tienen el último modelo de un auto importado?

— Primero que respeto mucho a ellos. No se puede aparentar lo que no se es. Les dije: “Ustedes me merecen respeto porque han llegado a un lugar donde yo no pude llegar, que siempre hubiera querido, que es ser futbolista profesional”. Además, para mí, el respeto también se gana desde el conocimiento. Me he preparado para esto. No es que salí de la playa y de repente llegué aquí. He estado dirigiendo porque durante 30 años me he preparado en gestión de grupo y desde mi rol docente, lo cual considero que me ha ayudado muchísimo. Creo tener bastante claridad sobre lo que quiero para mi equipo, cómo me gustaría que jueguen, y me esfuerzo cada día para que ese equipo juegue así y se acerque lo más posible a mi estilo.

"Ir nadando y escuchar ‘me

Navega sus declaraciones con la calma de un marinero. Sabe que esta es su gran oportunidad. Que si la pelota pega en el palo o entra al arco es algo que no puede controlar, pero que puede definir un giro trascendental en su vida a los 50 años. Mariano se deja llevar por la corriente con la tranquilidad de quien conoce las mareas. El trabajo cotidiano y la armonía que ha encontrado con los jugadores, aclara, son su tabla de salvación. Después está la tómbola del fútbol, un océano que hay que saber respetar, pero que no se puede dominar. Ser guardavidas o director técnico no parece estar tan distante metafóricamente.

Mantener la calma es algo que ha aprendido desde el mirador de la Popular 5, “la de los Lobos, de la Bristol, justo al lado”, lo cual implica “mucho trabajo” pero del “lindo”. “Recuerdo un rescate que hice de dos niñas, porque no es común que te queden solo dos víctimas. Ese día se había formado un canal entre la orilla y el banco. Una familia ingresó por la otra playa y, al intentar salir, cayó en el pozo formado, que es como un pequeño embalse”, rememora sobre el operativo que más le impactó. “Siempre hacemos prevención para que regresen por donde entraron, pero a veces no lo comprenden”, relata con la misma calma que exhibe al abordar su deber de salvar del descenso a Aldosivi. “Cuando intentan salir hacia la costa, caen como en una piscina, y toda la familia cayó junta. Creo que eran cinco y nosotros éramos dos al principio. Tuve que agarrar a las dos niñas. A una la tomaba y le decía que se agarrara de su hermana y que no se colgara de mí”, recuerda.

“Cuando hay una víctima, marcas el punto al que debes ir y vas. Hay momentos en los que nadas y pierdes su rastro. No sabes si está ahí o no. Nadar y escuchar ‘Ayúdame’ o ‘me ahogo, me ahogo’ es muy duro. Una vez que llegas, ya está. Puede tardar un poco más en salir o menos. No pasa nada. Salir, salimos. El tema es llegar”, explica sobre su tarea.

— ¿Ustedes están seguros de que salen sí o sí?

— Sí… Salimos, no hay forma de que no salgas en el operativo de playa. Si esto me sucede a mí solo, no sé, en agosto, observando a una persona, no sé si podría rescatar a alguien solo, no somos superhéroes. Ahora, con el operativo de playa, si llego a agarrarte, mi compañero vendrá y te pusimos el arnés, es posible que estemos en el agua diez minutos hablando. A veces la gente dice “no pueden salir”, pero no es que no podamos: nadas hacia el interior para salir de la zona complicada, de la rompiente, de las olas, y esperas que llegue tu compañero con la soga para salir todos juntos tranquilos. Hemos salido con la moto de agua o con gomones en rescates que se complican un poco más. Pero ya tienes a la víctima contigo. No se va a ahogar. Nos encargamos de tranquilizarlos.

— En tantos años, ¿estuviste en riesgo en el mar?

— No en riesgo yo, pero sí las víctimas. Hemos rescatado a algunos en situaciones comprometidas, pero afortunadamente todos sobrevivieron. Eso realmente es duro. ¿Y sabes qué más? Cuando te llaman desde la playa. Estás ahí mirando el agua, tranquilo, con tu compañero tomando mate. Un día bastante sereno, y de repente empiezan “¡bañero, bañero!”, miras y están en la arena. Corres y piensas con qué te encontrarás. Muchas veces, es el sol que juega en contra, gente mayor, la mayoría son lipotimias o bajadas de presión, y hemos tenido también algunos paros cardíacos. Esa situación también es complicada.

Mariano aborda con la misma pasión su rol en el agua que el que ocupa en el césped. Bromea sobre las fotos con las tablas de surf que tiene en sus redes, y aunque asegura que no es un experto en la tabla, recuerda que en el último verano aprovechó para surfear con su hijo. Ríe al contar que sus amigos profesionales, cuando saben que el mar está en buenas condiciones, cancelan sus compromisos diarios para surfear. Él, en cambio, ha reflexionado bastante en esas largas horas bajo el sol en el agua. ¿Por qué volverse loco con el fútbol? Se ha preguntado alguna vez, pero ya ha tomado su decisión.

— ¿Vas a regresar a la playa?

— A saludar y pasar, seguro, porque la paso muy bien… A trabajar, no, porque no me desagrada, es un empleo hermoso. Pero espero no volver a trabajar, ya que eso significaría que me va bien en el fútbol, que es lo que me apasiona.

— ¿Pero hasta qué edad puede trabajar un guardavidas?

— No lo sé, pero creo que un técnico puede estar más tiempo que un guardavidas…. Si me va bien con el fútbol, no vuelvo más…

— Todos los demás trabajos me dijiste que los dejarás de lado sin importar nada, pero de guardavidas mencionaste “en noviembre veo”. Tendrás que hacer un duelo dejando la playa…

— Sí, claro que sí. Pero si eventualmente elijo soltarlo definitivamente, será porque me está yendo bien con el fútbol. En la primera temporada tomaría licencia, con la posibilidad de seguir involucrado. Y luego, si los resultados son positivos, podría soltarlo; y más, si tengo la oportunidad de dejarle el puesto a mi hijo junto a mis compañeros. Eso también es un gran orgullo.