Diego no aguantó: la historia no contada de la frase que recorrió el mundo y cómo Federico Bueno la dio a cinco años de su ida

El día que se cumplen cinco años de la desaparición física del hombre que se convirtió en un mito del fútbol, el periodista Federico Bueno, encargado de dar la noticia en la TV tras la descompensación que sufrió Pelusa, habló con Infobae y reconstruyó el paso a paso de la noticia que nadie quería escuchar. Además, contó detalles de su relación con el histórico N° 10 y un “regalo” que nunca olvidará
El momento en el que Fede Bueno anuncia la muerte de Diego Maradona

Eran las 12 del mediodía del 25 de noviembre de 2020. Mientras el mundo lidiaba con una pandemia, en Argentina, justo en ese instante, todo pareció detenerse. El corazón de Diego Maradona también dejó de latir, según el informe del médico forense que practicó la autopsia al cuerpo del mito viviente que en ese momento se iba físicamente de la tierra.

Aquella jornada en la que murió Pelusa, el histórico número 10 de la Selección, o el día en que falleció el papá de Dalma, Giannina, Dieguito Fernando, Jana y Diego Jr, fue un golpe inolvidable. Fueron de esos instantes en los que, seas o no futbolero, admirador o crítico del Diez, joven o jubilado, tu corazón sintió algo imposible de explicar.

Al cumplirse el quinto aniversario de la muerte de Maradona, Infobae reconstruyó el momento preciso en que la noticia de su partida se hizo viral. Todo ocurrió durante el ciclo deportivo F90, que se emite al mediodía por ESPN y que el próximo año llegará a 20 temporadas al aire. En el estudio estaba el equipo completo bajo la conducción de Sebastián Vignolo. Ese día, por una extraña coincidencia, ocupaba la primera silla de la derecha de la pantalla el histórico compañero de Diego vestido de celeste y blanco en la conquista mundial de México 86 bajo la dirección de Carlos Bilardo, Oscar Ruggeri. También estaba presente un viejo conocedor de la vida de DM: el periodista Daniel Arcucci, biógrafo y pluma que vivió días y noches con la figura de la zurda mágica.

Mientras el estupor reinaba en las redacciones y el público confiaba en que Diego saldría adelante como lo había hecho en otras situaciones extremas, un hombre detrás del teléfono se encargó de dar la noticia del fallecimiento del hijo de Doña Tota y Don Diego. Su frase quedó en la memoria. “Me dicen que Diego no resistió”, dijo con emoción Federico Bueno, reconocido cronista de La Plata que siguió las campañas de Estudiantes y Gimnasia y estuvo muy cerca de la Selección de Alejandro Sabella durante la etapa en que el prócer pincha la dirigió.

“Una vez que lo supe y veía que mis compañeros no lo podían decir, la verdad que la manera en la que lo transmití, yo creo que es ese proceso de querer a una persona, de seguir a una persona, de sentirla próxima, de bueno, de haber compartido el último año. La manera en que traté su muerte, sin amarillismo, digamos, sin estridencia, nada. Tiene que ver con el amor que siento por él”, reflexiona Bueno en la charla en la que repasa uno de los momentos que marcaron su carrera periodística.

El día a día con Maradona como DT del Lobo, el “regalo” que le hizo tras un partido en medio de la operación de su padre y su mirada sobre el triste final de Diego. “No se estaba haciendo lo que correspondía con un paciente que necesitaba otros cuidados”, afirma en su crudo análisis de la situación que terminó con la muerte de Maradona, hecho que hoy recuerdan todos los argentinos y hasta distintos rincones del mundo.

- ¿Qué recordás de aquel 25 de noviembre?

- Yo estaba en casa preparando un partido de Champions: Olympique de Marsella contra el Porto. Tenía que comentar ese encuentro por la tarde, lo hacíamos en modalidad home office. Creo que lo relataba Pablito Pons y yo lo comentaba desde mi casa para el canal. En ese momento me llamó y me mandó un mensaje Mariano Closs preguntando si sabía algo de Diego. Me dijo “averiguá porque, no sé, algo con Diego está pasando”. Diego, por entonces, ya no asistía a los entrenamientos en Gimnasia. Mariano me dio esa alerta y me puse a indagar. Tuve algo de suerte informativa: un productor que trabajaba en Torneos me contó que una tía suya vivía en el country donde estaba Diego, así que desde ese momento supe que habían llamado a varias ambulancias y que había mucho movimiento en la casa; recuerdo que llegaron como cinco o seis ambulancias. Inmediatamente dejé de preparar el partido porque la instrucción fue concentrarnos en lo que pasaba con Diego. En el canal buscaron a alguien que me reemplazara en el comentario y yo seguí investigando desde el teléfono fijo de mi casa. Entraba mi familia —pandemia, mis hijas, mi mujer— mientras yo preguntaba y llamaba. Hablé con gente del entorno de Diego y con alguien que trabajaba con Morla, que me dijo: “Mirá, no sé exactamente bien qué pasa, pero bueno, algo pasó. Yo estoy yendo para la casa de Diego. Cuando llego te aviso”. Entre el programa de Mariano y el momento en el que cuento la noticia al aire pasaron quizá una hora y media. Un médico de mi confianza fue clave: le mandé un mensaje y no contestaba porque estaba operando con Luque. Cuando salió de la operación su teléfono explotaba y me dijo “sí, falleció. Tuvo un infarto masivo. Falleció”. En ese instante ya tenía la información muy chequeada por un profesional de confianza; no había razón para que me mintiera. Aún así, quería un respaldo adicional de alguien cercano a Diego y, a la vez, yo estaba al aire porque había terminado el programa de Mariano y estaba arrancando el del Pollo (Vignolo). Solo un periodista entiende lo que es tener esa información en ese momento. Vi que no salía en otros medios y que me llegaban miles de mensajes; contestar a todos te hace perder tiempo. Necesitaba la confirmación del entorno de Diego. Volví a hablar con la persona que me había dicho “estoy yendo para allá que algo pasó”, quien era del entorno de Morla. Le dije “me dicen que se murió” y me respondió “sí” y no contestó más. Hablé otra vez con el médico, me dio algún detalle más, y empecé a sentir que había que comunicarlo. En el programa estaban Oscar Ruggeri, amigo y compañero campeón del mundo, y Dani Arcucci, a quien aprecio y respeto mucho; lo veía entrar y salir. Puse la TV para ver el programa mientras estaba al aire y noté que no daban indicios claros. No era que no quisiera dar la noticia, sino que me parecía que debía decirla el Pollo como conductor. Ellos tampoco tenían la confirmación que yo tenía y veía que no lo estaban dando en otros medios. Había que decirlo. Vi el fragmento varias veces y lo que digo coincide con el momento en el que yo lanzaba indicios de que esto estaba pasando y que había que informarlo, aunque no se decía. Noté que Dani salió del programa, nadie lo atendía, y entonces lo conté de la manera en que lo conté.

- ¿Cuánto pasó desde que tuviste ese sí, desde la confirmación de la muerte de Diego, hasta que como que te diste cuenta que era momento de decirlo o que finalmente elegiste el momento de hacerlo?

- Estuve unos minutos con la noticia desde el programa de Mariano (Closs), pero en total creo que fueron entre 20 y 30 minutos desde que tenía la confirmación hasta que decidí contarlo.

- En ese momento uno tiene que tratar de decirlo de la mejor manera o de la manera que salga. Era difícil decir que murió Diego, ¿no? O sea, esa frase que uno nunca quería decir fue algo que salió en el momento esto de “no resistió”.

- Fue muy natural. No lo medité ni estuvo guionado; me salió de forma espontánea. Creo que es parte de un proceso: te lo digo sinceramente, desde el punto de vista deportivo, a Diego lo adoro. Cuando era chico jugué al tenis, Vilas era mi ídolo, y después vino Diego. No soy un maradoniano enfermizo, pero lo quiero mucho. Cuando eras joven te encontrabas discutiendo por Diego con gente, por política o por su conducta, y te preguntabas “qué hacés peleándote con alguien o discutiendo así tan como si fuera tu hermano”. Eso refleja lo que le pasa a mucha gente que lo quiere. Desde el primer momento lo quería. El Mundial 86, el 90, el partido contra los ingleses... todo eso nos atravesó a los de nuestra generación. Teníamos reciente la guerra de las Malvinas del 82; ese partido fue casi como recuperar las Malvinas. Diego era intocable, un héroe; uno sentía que con él en la cancha se ganaba siempre. Hay un componente de amor hacia una persona que luego explica una forma de comunicarla. Pero además, en ese momento lo único que me importaba era mi trabajo. Ese afecto que te cuento creo que no intercedió porque si hubiera pensado desde lo afectivo, me largaba a llorar. Estaba en un túnel informativo: necesitaba estar seguro, tener detalles concretos. Pensá que en 2018 también se rumoró que Diego había muerto durante el Mundial; lo viví en el canal con Dani Aecucci; hasta que Dani no habló con Diego no teníamos certeza, porque lo habían dado por muerto. Eso me quedó grabado: Matar a Maradona y que no se haya muerto es imperdonable. No es un error de opinión; es un error gravísimo. Estaba concentrado en evitar ese tipo de fallo y, una vez que tuve la certeza y vi que mis compañeros no podían decirlo, la forma en que lo transmití respondió a ese amor y a la experiencia de haber compartido el último año con él. Cubrí a Gimnasia ese año y seguí a Diego a todos lados; si alguien te bendecía, te lo ganabas. Desde lo profesional, el tipo me abrió las puertas de su intimidad, fue súper generoso conmigo. Por eso salió de esa manera: “Diego no resistió”. Traté su muerte sin amarillismo, sin estridencia. Fue por el cariño que le tengo.

Diego y su emoción el

- ¿Esperabas que se diera así su final? Ese último tiempo con su imagen entrando en la cancha de Gimnasia durante su último cumpleaños.

- Cuando llegó Diego yo ya no era solo cronista: comentaba partidos y participaba en programas. Un día me llamaron del canal y me pidieron que cubriera su llegada porque en La Plata nadie sabía más del tema que yo. Profesionalmente fue como dar un paso atrás —dejar de comentar para volver a ser cronista— pero no lo dudé. Esteban Ferella, un productor, me comunicó la decisión y acepté de inmediato. Cuando Diego estuvo en Dorados ya había comentado partidos de la B y empecé a entender periodísticamente lo que implicaba cubrirlo. Antes, como periodista, no lo había tratado de cerca; mi vínculo era de admirador. En Estancia Chica la respuesta fue similar: cubrí la diaria, fui a todos los partidos de Gimnasia, de local y visitante. Creo que cuando un tipo te ve ahí todos los días, te valora: yo me plantaba en la puerta de Estancia Chica y lo veía siempre. Hicimos la primera nota después de su presentación en el Bosque, y ya enseguida me trató mil puntos. Todo lo vivido con Diego —lo bueno y lo que no fue tan lindo— te mostraba a un personaje complejo: un gigante y, a la vez, un paciente difícil. La primera etapa fue espectacular; la segunda, no tanto. Por contrato, Diego no estaba obligado a ir a Estancia: estaba delicado de salud y podía no asistir a los entrenamientos; aun así, siempre concurrió. Todo lo que me pasó fue increíble porque el tipo me abrió su espacio. Lo entrevistaba al llegar a la cancha, al entrar al predio, en el banco antes del partido; si el encuentro era de TNT Sports, salía la transmisión oficial y él me buscaba para dar declaraciones que luego rebotaban en todos los medios. Fui, junto con Martín Arévalo, de los primeros periodistas en lograr una nota en Estancia, que hice para la radio de La Plata. Y lo que más me marcó fue un partido en Mar del Plata: mi viejo estaba muy mal y debía ser operado, le iban a amputar. En el canal me dijeron que no fuera, que me quedara con mi viejo, pero pensé que sería mejor estar libre después de la operación y decidí ir a cubrir. Después de la conferencia, Diego volvió con cuatro o cinco guardaespaldas y, de lejos, me dijo: “Con vos es especial. Cómo vos me tenés que con vos es especial, me bancaste después del clásico”. Eso lo guardo. Me dijo también: “Yo me doy cuenta cuando uno es laburante y cuando chorea. Yo te reconozco a vos que laburás”, todo al aire. Ese día fue un regalo: la cobertura había sido larga, y recibir ese reconocimiento fue muy fuerte. No puedo decir que imaginé que se iba a morir; no lo imaginé, pero sí era algo presente.

- ¿Por qué sentís que era algo que estaba presente?

-Yo veía, había veces que llegaba a la cancha, no podía ni hablar. Y bueno, una hora después, antes de salir a la cancha, estaba lúcido, hablaba. Diego no estaba igual en todos los partidos: en algunos aparecía como el día de su cumpleaños, lúcido y de buen ánimo; en otros, no. La pandemia le hizo mucho daño y mi cobertura regular fue desde septiembre hasta que se interrumpió el campeonato. En la cancha se lo veía bien de ánimo y se notaba que sentirse querido le hacía bien. Pero también me enteraba de otras cuestiones menos agradables. La reflexión fue siempre la misma: no se estaba haciendo lo que correspondía con un paciente que necesitaba otros cuidados.

- ¿Cuánto te atravesó la relación con Diego?

- Laboralmente fue alucinante. Lo disfruté muchísimo porque es un tipo brillante; todo lo que lo rodea es impresionante, aunque también uno se entera de cosas que no son agradables y que, por tratarse de Maradona, esperabas distintas. Profesionalmente cubrí mundiales, finales, Libertadores, Juegos Olímpicos, pero ese tiempo con Diego fue inigualable, inigualable. Cada día era una historia nueva. Me sentí un privilegiado porque me abrió su intimidad y fue muy generoso conmigo; por eso le estoy profundamente agradecido.

- ¿Tu despedida la viviste de manera especial? Todo lo que se generó tras su último adiós

- Claro, la gente te lo recuerda. Donde voy me pasan cosas: hay quien me dice “che, loco, todavía me acuerdo, me hiciste llorar. Ese episodio, viste, ‘Diego no resistió’”. Amigos de mis hijas, gente en la cancha, hasta un empleado de UTEDYC me dijo “vos no me muestres más la credencial que donde yo esté vas a entrar gratis a todo lados”. Esas muestras de afecto de la gente del fútbol fueron muchas. Para mí no fue algo que me generara tristeza; al contrario, llegaron muchas muestras de cariño por cómo se trató la noticia. No me gusta hablar tanto del tema porque es la muerte de Diego, obvio. Me da pena que se haya ido tan joven. Me da pena la gente que no puede disfrutar más de la vida. Me cuesta pensar que Diego debería estar vivo, disfrutando de sus nietos; se lo extraña. Pero, al mismo tiempo, es una figura tan presente que no siento del todo que se haya ido. Por ejemplo, cuando vi el documental de Kapadia, lloré como un nene. Todo lo que le pasó a ese hombre me atraviesa y me conmueve. Me entristece más que no haya podido disfrutar más de la vida: con alguien que hubiera advertido a tiempo que necesitaba otros cuidados, creo que tenía mínimo 10 años más de vida. A pesar de todo lo que vivió, le quedaban al menos una década por delante.