28 de agosto de 2025 08:51

El contraste entre el vuelo privado de Hamilton y el viaje a clase económica de Colapinto rumbo al GP de F1 en Hungría

Un bebé lloraba al inicio y al final del vuelo, mientras los empleados de la aerolínea se acercaban para pedirle una foto. En ese contexto, Franco Colapinto, piloto argentino de Fórmula 1, se mantuvo tranquilo, sin mostrar incomodidad ni pretensiones.

La escena fue inusual en un deporte donde la ostentación y el aislamiento de las figuras son la norma. La imagen de un piloto de la máxima categoría del automovilismo viajando en una aerolínea de bajo costo, mezclado con pasajeros comunes, contrasta radicalmente con la cultura de exclusividad que existe en la F1.

El periodista español Fabio Marchi de Mundo Deportivo afirmó que estuvo en el mismo vuelo que Colapinto, quien eligió trasladarse de Barcelona a Budapest en clase económica en lugar de optar por jets privados o asientos de primera clase como sus colegas. Este viaje tenía como destino el Gran Premio de Hungría, donde debía competir ese fin de semana. La elección de Franco no es un hecho aislado, sino una muestra de su carácter y de cómo enfrenta su reciente llegada a la elite del automovilismo.

En la actualidad, los pilotos de F1 suelen comportarse como celebridades, trasladándose de circuito en circuito en aviones privados o, en el mejor de los casos, en primera clase. Colapinto, por su parte, mantiene un perfil bajo y se aparta de los lujos habituales.

Asoman la gorra y lo

Hace unas semanas, el argentino había sorprendido a sus compañeros al revelar que tenía pasajes de regreso desde el Gran Premio de España a Londres con Easy Jet. En esa ocasión, Lewis Hamilton, al enterarse a través del grupo de WhatsApp de los pilotos, le ofreció un lugar en su jet privado para mayor comodidad.

Colapinto se presentó con buzo, jogging, gorra y auriculares, sin llamar la atención. Solo la azafata encargada de los pasaportes lo reconoció, lo que llevó a detener el embarque para tomarse una foto con él y con Pepe Martí, piloto catalán de Fórmula 2, quien viajaba con su madre y su mentor, Genís Marcó. En ese mismo vuelo también estaba Mari Boya, piloto de Fórmula 3.

Colapinto no tomó un asiento preferencial; se sentó en la cuarta fila del avión, lejos de cualquier privilegio. Durante el vuelo, otro empleado se acercó para pedirle una foto. El argentino accedió, se levantó y fue a la parte delantera para tomarse varias selfies con el personal, sin mostrar molestia. Luego regresó a su asiento, se colocó los auriculares y continuó su viaje como cualquier otro pasajero.

Las luces del gran circo no deslumbraron a Franco, quien no perdió la sencillez ni la cercanía con la gente. Su actitud, alejada de discursos prefabricados y de la distancia que suelen imponer los jefes de prensa, ha sido recibida como un soplo de aire fresco en el entorno de la F1.

Este fin de semana, Franco Colapinto competirá en su octavo Gran Premio con Alpine. Será en el Autódromo Hungaroring, donde buscará terminar lo más adelante posible con un A525 de la escudería francesa, que actualmente ocupa el último puesto en el Campeonato Mundial de Constructores.