Histórico. El Cilindro estalla. Así lo había solicitado él, Costitas, ese carismático director técnico que, de no estar en el campo, habría ocupado un lugar en ese templo que cobra vida. Un lugar que se torna volcánico. Que grita, ruge y sueña. Que, de repente, se oculta bajo esa nube pirotécnica fosforescente visible desde toda Avellaneda. Y también desde el cielo.
Porque sí: ahí arriba, alguien debió haberse emocionado con esa ceremonia que convocó el carismático entrenador, cuando no intérprete de lo que significa ser (de) Racing. Un técnico que seguramente también quedó asombrado por la magnitud. Que hizo match con la escala del partido, del torneo, del sueño.
Uno que el destino quiso que volviera a definirse ahí mismo. En esa cancha que alguna vez fue trinchera de una resistencia que enorgulleció a los hinchas que la protagonizaron -y a sus descendientes, que supieron de ella. Allí donde hace un año, Corinthians, otro equipo de Brasil, experimentó el monstruoso tamaño del club al que enfrentaba. Que luchó tanto.
Que sufrió tanto. Y que ahora, envalentonado, va por mucho más.
Se escuchan los silbidos, los estruendos. Se escucha, pero no se ve. ¿Pero acaso la fe no se trata de eso? ¿De creer sin ver?
Algo ocurre ahí afuera, detrás de esa gran cortina de pasión que se entrelaza con los fogonazos y el humo. Huele a bengala y a deseo de épica. Se siente. Como en la previa a pocas cuadras, con los fuegos rodeando a un micro que parecía impulsado por sus propios hinchas. Pero desde adentro es otra cosa. Es distinto. Es único.
Es Racing soñando. Una patria. Una familia. Un fuego sagrado que brota desde las gradas cilíndricas. Es pasión pura de una gente que siempre tuvo fe, aunque sin saber en qué, como cantaba Os Paralamas. Pero ahora sí sabe a qué le reza. Un pueblo que se aferra a ese entrenador que convocó al estallido, y el estallido estuvo. Que armó un equipo que confía y juega como él lo haría por Racing, si pudiera regresar a la cancha de cortos y botines.
Él pidió generar el clima para enseñarle a Flamengo lo que significa tener ambición. Y el clima estuvo. Con ambición de épica. Para que la sonrisa de Costas siga brillando como en esa inolvidable bienvenida.
















