El Tour de Francia se aproxima a su desenlace, con la etapa 17 finalizada y la meta final programada para el 27 de julio en París. Una jornada marcada por la lluvia y las caídas, el triunfo de Jonathan Milan en Valence ha fortalecido su liderato en la clasificación por puntos. Sin embargo, tras el caos del esprint y los cambios en la general, emerge un aspecto menos visible pero esencial para la seguridad de la carrera: el uso de silbatos por parte del personal de los equipos al finalizar cada etapa, especialmente en las llegadas en alto.
A diferencia de otras competiciones, cruzar la meta no significa necesariamente el final de la actividad para los ciclistas. Tal como explicó el medio L’Equipe en uno de sus informes, en el Tour, los autobuses de los equipos no siempre pueden situarse cerca de la línea de llegada debido a la geografía y a la logística de la montaña.
“En la montaña, una vez que cruzan la meta, a menudo enfrentan algunos kilómetros adicionales, que no requieren muchos vatios, pero sí mucha concentración”. Los corredores deben descender por carreteras abiertas al tráfico de vehículos y aficionados, recorriendo distancias que a veces alcanzan los veinte kilómetros hasta encontrar a su equipo.
Aquí cobra relevancia la figura de los auxiliares de los equipos, quienes se equipan con silbatos al cuello para facilitar el descenso. El uso del silbato, lejos de ser un detalle trivial, cumple una función de protección para los ciclistas. “Durante el descenso, el silbato puede utilizarse para abrir un pasillo improvisado entre dos muros de espectadores o para advertir a un coche distraído”, destacó el medio mencionado. El paso de los corredores, todavía expuestos y fatigados, se convierte en un desafío de coordinación y alerta ante la posible irrupción de vehículos o peatones en la ruta.

Esta necesidad quedó reflejada en jornadas recientes, donde la meta no significó tranquilidad. En llegadas como la de Mont Ventoux, con los autobuses estacionados en Malaucène, veinte kilómetros más abajo, la mayoría debe regresar en bicicleta por carreteras sin protección y entre la multitud. “La gran mayoría de los ciclistas regresan en bicicleta, por una carretera que ya no es privada como lo era durante la carrera, y tienen que lidiar con la multitud de coches y espectadores que abandonan la cima”, subrayó el periódico local.
El silbato ayuda a organizar el paso, a advertir sobre riesgos y a despejar el camino, especialmente tras finales tensos y caóticos como el de este miércoles. Allí, Milan se destacó con autoridad tras una caída masiva a falta de un kilómetro para la meta y con el pelotón fragmentado por la lluvia y los accidentes. “La lluvia había encendido las alarmas en el final de esta 17ª etapa. Y el peligro se confirmó en plena aceleración”.
La tensión experimentada en las llegadas, unida al peligro del regreso a los autobuses, transforma cada jornada en una doble prueba de concentración y reflejos. La organización del Tour, en un calendario apretado que se aproxima a su desenlace, recurre al uso de silbatos para proteger a los atletas incluso después de detener el cronómetro. Una medida sencilla pero vital en un entorno de máxima exigencia y visibilidad global.