La paradoja de Gallardo: su año contra Boca, el único que le trajo alegrías en este ciclo

En medio de una crisis deportiva sin precedentes para Marcelo Gallardo como entrenador, resulta fácil imaginar que lo que, para el aficionado promedio, representa una mala noticia —enfrentarse a un Boca en alza en la Bombonera este domingo—, se considere una oportunidad por parte del Muñeco.

Así ha pensado siempre MG, de una manera contracultural, uno de los rasgos que se pueden identificar como uno de los secretos de su éxito en River: para el técnico, la ilusión por ganar ha sido siempre mucho más poderosa que el miedo a perder.

Lo que parece una obviedad, pero que en el fútbol argentino ha sido contraintuitivo durante muchos años, Gallardo lo aplicó en su primer ciclo ante los cruces más difíciles contra el eterno rival, especialmente en la final de las finales, un enfrentamiento que ningún hincha de River ni de Boca estaba dispuesto a tolerar en la previa, justamente por esa carga histórica que implicaba una derrota eterna. “Dámelo, a mí dame ese partido”, se entusiasmaba el dt, aun sabiendo que en esos 180 minutos que luego se convirtieron en 210, también estaba en juego la perspectiva de todos los logros acumulados, incluyendo, por supuesto, muchos superclásicos decisivos.

Esta vez, la visita a La Boca se presenta en un momento inédito, que ni siquiera puede compararse con aquella final de la Supercopa en 2018, con un River desalmado que carga toneladas de frustraciones en su mochila y que ha mostrado al propio Muñeco en una incertidumbre y un parálisis notables en sus últimas decisiones.

El festejo de Lanzini en la Bombonera (Juano Tesone).El festejo de Lanzini en la Bombonera (Juano Tesone).

Se trata de un proceso de caída en picada que pone en jaque el futuro del entrenador: aunque todos, comenzando por él mismo, esperaban que para esta altura del año ya estuviese definida su continuidad con un contrato sobre la mesa hasta 2029, gracias a toda la gestión Di Carlo, el derrotero del equipo y la explosión de los hinchas obligaron al propio MG a reconsiderar lo que viene y posponer una decisión.

En este sentido, la clasificación para la próxima Libertadores 2026, hoy seriamente comprometida, y el Súper de este domingo se presentan como aspectos cruciales que están íntimamente relacionados. Porque si River tropieza en el Alberto J. Armando, quedará con un pie y medio afuera de la CL26.

De igual manera, ganar el clásico podría representar un quiebre positivo para la recta final del año: tal vez ni siquiera eso sea suficiente para asegurar un boleto a la fase de grupos de la Copa, esquivando el incómodo repechaje, pero sí podría implicar una renovación de energías para encarar los playoffs del torneo, descomprimir el clima irrespirable de los últimos días y estirar la propia leyenda del Muñeco ante los primos.

El festejo de Mastantuono ante Boca en el Monumental (Fotobaires).El festejo de Mastantuono ante Boca en el Monumental (Fotobaires).

De hecho, los superclásicos son las únicas dos grandes alegrías que ha cosechado este segundo ciclo, dos destellos de luz entre ya muchos golpes. Y son partidos que siempre atrajeron a Gallardo, más allá de los torneos en los que, después del impacto sufrido de visitante el año pasado y el 2-1 de esta temporada con el golazo de Mastantuono de tiro libre, el entrenador desea seguir haciendo historia y acortar la distancia en el historial hasta lograr revertirlo.

Un triunfo ante el CABJ significaría un hecho casi sin precedentes, porque solo en una ocasión en toda la historia River logró encadenar tres victorias consecutivas en la Bombonera, entre 1975 y 1976. Ahora lleva dos, con el último 1-0 con gol de Lanzini y el 2-0 a domicilio de 2023, aún bajo la gestión de Demichelis.

Por supuesto, esto es un arma de doble filo, pero en este contexto, con un equipo sin reacción, parece más adecuado ir como equipo visitante a un duelo contra Boca que volver a recibir en casa a Riestra, Sarmiento o Gimnasia: simbólicamente, el compromiso implica, por su peso específico, un cambio de escenario que podría levantar al ciclo de la lona o agudizar una caída que se torna cada día más dolorosa.

Di Carlo, junto a Gallardo y los jugadores (Prensa River).Di Carlo, junto a Gallardo y los jugadores (Prensa River).