La imagen de un deportista levantando un trofeo simboliza a menudo la cúspide de una carrera. Sin embargo, para muchos, la victoria no representa el cierre de un ciclo, sino el comienzo de una etapa emocionalmente complicada. El fenómeno conocido como “bajón post‑competición”, también llamado “depresión postolímpica”, ha empezado a ser reconocido como una realidad que afecta a los deportistas de élite, con testimonios recientes advirtiendo sobre sus efectos silenciosos.
Este estado se caracteriza por síntomas como ansiedad, agotamiento, apatía y pérdida de motivación. Según investigaciones publicadas en el BMC Sports Science, Medicine and Rehabilitation Journal, estas condiciones tienden a surgir después de alcanzar un objetivo significativo, cuando cesa la presión del calendario competitivo y se desmantela la rutina diaria que dio sentido al esfuerzo durante meses o años.
El cuerpo se detiene, la mente sigue en alerta
Durante la competencia, el cuerpo funciona en un estado de alta activación: los niveles de dopamina, adrenalina y cortisol se elevan. Esta respuesta fisiológica, esencial para el máximo rendimiento, se apaga de forma abrupta al finalizar el evento. El sistema nervioso debe ajustarse, lo que puede resultar en un descenso emocional complicado de procesar. Esta reacción no es aislada, sino que se presenta en diversas disciplinas: desde el tenis hasta el atletismo, abarcando el fútbol, la natación y los deportes colectivos.

En este contexto, la pregunta “¿y ahora qué?” se vuelve habitual. No solo se refiere al fin de una competencia, sino también al desmoronamiento de una rutina estructurada que a menudo define la identidad del atleta. El vacío que sigue al éxito no es solo una sensación de fatiga: denota una transición para la cual no se ha encontrado la preparación emocional adecuada.
Sloane Stephens: después del Grand Slam
Sloane Stephens, campeona del US Open y referente en salud mental, expuso claramente este proceso. En una entrevista con Forbes, compartió cómo, después de alcanzar la cima de su carrera, se enfrentó a un desajuste interno inesperado. “Cuando trabajas tan duro por algo y finalmente lo logras, hay un momento de ‘¿qué hago ahora?’”, declaró. El reconocimiento mediático, las exigencias externas y la expectativa de mantener el rendimiento dificultaron su capacidad para disfrutar del logro.

Stephens subrayó la relevancia de aprender a manejar las emociones que surgen tras la competencia. Una de sus herramientas personales son los “cinco minutos de furia”: un breve descanso en el que se permite expresar sin tapujos su malestar emocional. Esta práctica le ayuda a liberar la tensión acumulada y a regresar su atención a lo que viene.
Simone Biles y la pausa necesaria
El caso de la gimnasta Simone Biles durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 marcó otro momento clave en la discusión pública. Su decisión de retirarse de varias pruebas por los “twisties” —una desconexión entre mente y cuerpo que afecta la coordinación en el aire— generó un debate mundial sobre la presión que enfrentan los deportistas en la cúspide. Biles señaló que priorizar su salud mental fue fundamental para evitar un daño mayor.

En 2024, volvió a la competencia y se adjudicó cuatro medallas en los Juegos de París, demostrando que cuidar del bienestar emocional no es incompatible con el rendimiento. En 2025, Time la distinguió con el premio TIME100 Impact Award por su papel en redefinir los estándares de éxito deportivo y visibilizar la salud mental como un aspecto integral de la preparación de un atleta.
Pensar la vida más allá del rendimiento
Tanto Stephens como Biles coinciden en que uno de los aspectos más problemáticos es la construcción de la identidad exclusivamente en torno al rendimiento. Cuando la competencia se detiene, la percepción del valor personal puede colapsar. Por esta razón, una estrategia clave es preparar a los atletas para una vida que va más allá del ámbito competitivo.
Stephens encontró un nuevo sentido más allá del circuito profesional a través de la Sloane Stephens Foundation, una organización que ofrece programas de apoyo emocional y oportunidades educativas a jóvenes deportistas en contextos vulnerables. Esta iniciativa no solo le permitió canalizar su experiencia personal, sino también forjar un nuevo propósito.
Recursos y prevención desde las instituciones

El Comité Olímpico Internacional (COI), la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) y organizaciones como Athletes for Hope y Sport Mental Health Foundation se dedican a crear guías, redes de apoyo y campañas de sensibilización. No obstante, los especialistas advierten que aún se necesita una mayor integración de estos recursos en los programas de entrenamiento y recuperación de los equipos profesionales.
La clave radica en detectar a tiempo los síntomas de este bajón emocional, brindar acompañamiento psicológico y fomentar una cultura que considere el bienestar sostenido como parte del rendimiento, no como su opuesto. Evitar el aislamiento posterior a la victoria es tan crucial como celebrar el logro alcanzado.
Redefinir el éxito en el deporte
El reto para las instituciones, entrenadores y medios es expandir el concepto de “ganar”. La victoria no debe evaluarse únicamente en títulos, medallas o récords, sino también en la capacidad de mantener el equilibrio físico y mental de quienes compiten. Ignorar lo que sucede después de la consagración es perpetuar una lógica que lleva al límite a aquellos que, en muchas ocasiones, ya han dado lo mejor de sí.
Las historias de figuras como Sloane Stephens y Simone Biles señalan un cambio de era. Sus testimonios invitan a reflexionar más a fondo sobre lo que significa ser un atleta en la actualidad. El verdadero triunfo, quizás, reside en aprender a sostenerse cuando la ovación se ha apagado.