En los últimos años de la Unión Soviética, Natasha Zvereva logró una hazaña significativa fuera de las canchas: se convirtió en la primera tenista en desafiar abiertamente al sistema deportivo de la URSS en relación a los premios monetarios. Con apenas 14 años, Zvereva cambió las reglas no solo del tenis, sino también la forma en que se trataba a los deportistas en Europa del Este, donde el Estado determinaba el futuro de las carreras y los ingresos de las grandes promesas.
Natasha Zvereva nació el 16 de abril de 1971 en Minsk, que entonces era parte de la República Socialista Soviética de Bielorrusia. Proveniente de una familia marcada por la historia europea –su abuelo murió en combate durante la Segunda Guerra Mundial–, comenzó a practicar deporte desde muy joven. Según la biografía publicada por la WTA, Zvereva sorprendió al mundo del tenis al debutar profesionalmente en 1988, aunque ya competía a nivel máximo en representación de la Unión Soviética desde los 14 años.
El sistema deportivo soviético proporcionaba a sus atletas un apoyo material completo, cubriendo viajes, entrenadores y equipamiento, pero también intervenía directamente en la gestión de los premios y salarios. La federación de cada ámbito reclamaba la totalidad de las ganancias que los deportistas obtenían en el exterior. Según sus cálculos, Zvereva acumuló cerca de medio millón de dólares en premios apenas finalizados sus años de adolescencia, dinero que nunca vio.

La ruptura con la Federación Soviética de Tenis significó un cambio radical en la historia deportiva de la región. Apoyada por su padre como principal consejero, la joven decidió contar con el respaldo de la agencia internacional ProServ, una de las primeras en la representación de deportistas a nivel global. Este paso implicó renunciar a la protección –y al control– del aparato estatal soviético, algo sin precedentes en los circuitos profesionales de la época.
Zvereva ya destacaba en el circuito por sus maneras y preferencias occidentales, su fluidez en inglés y una personalidad que se diferenciaba del perfil tradicional de las delegaciones soviéticas. Su traslado a Estados Unidos le permitió acceder directamente a contratos, patrocinios y premios. Esta decisión no solo transformó su carrera, sino que sentó un precedente para muchos atletas provenientes de los países que estaban bajo la esfera de la URSS.
En el ámbito deportivo, la tenista alcanzó su mayor visibilidad global al llegar a la final individual de Roland Garros 1988, donde fue derrotada por la alemana Steffi Graf. Aunque esa experiencia fue su única participación en finales individuales de torneos de Grand Slam, su legado perdura en la historia del tenis gracias a sus logros en dobles femeninos. En esta modalidad, Zvereva construyó una trayectoria muy exitosa. Junto a su compatriota Larisa Savchenko ganó títulos en Roland Garros y Wimbledon. Sus colaboraciones con tenistas de renombre como Pam Shriver, Gigi Fernández y Martina Hingis le valieron galardones en torneos mayores: cinco veces campeona de Roland Garros, cuatro veces campeona en Wimbledon, tres US Open y tres Australian Open, solo en dobles. Este impresionante palmarés la llevó a ser la número uno en el ranking mundial de dobles y la quinta en sencillos.
Además, la jugadora bielorrusa compartió pista con referentes como Arantxa Sánchez-Vicario, Martina Navratilova y Anna Kournikova, enriqueciendo su legado por su habilidad de adaptarse a diferentes compañeras y estilos de juego. Su impacto fue reconocido en 2010, cuando fue incorporada al Salón Internacional de la Fama del Tenis. Tras su retiro en 2002, Natasha Zvereva continuó vinculada al deporte como capitana del equipo de Copa Federación de Bielorrusia. Hoy, vive entre Estados Unidos y Minsk, y es recordada por su carrera que incluye 4 títulos individuales y 80 trofeos en dobles, situándola entre las figuras históricas de su disciplina.