En 1905, los All Blacks llegaron a Cardiff con un invicto de 27 partidos en esa gira, la primera fuera de Oceanía. Asombraban por su revolucionaria manera de jugar, con un uso expansivo de los backs y técnicas desconocidas en el hemisferio Norte, e infundían respeto y algo de miedo desde que pisaban la cancha para realizar el haka, la danza maorí que precedía cada encuentro. Los 47.000 galeses que colmaron el Arms Park los observaron en silencio. En la tribuna, Tom Williams, miembro de la Welsh Rugby Union, les sugirió a los jugadores que respondieran de algún modo.
El capitán galés Teddy Morgan, médico y cantante aficionado, comenzó a entonar Hen Wlad Fy Nhadau (Tierra de mis padres), el himno de su país. Los demás jugadores y el público lo siguieron espontáneamente, creando una atmósfera conmovedora e iniciando una tradición que se extendió a todos los deportes: fue la primera vez en la historia en que un himno nacional fue cantado antes de una competencia deportiva. Gales le propinaría a ese equipo neozelandés que pasó a la historia como The Originals la única derrota en la gira de 35 encuentros en cinco meses. Tan trascendente como la victoria por 3-0 fue ese canto que simbolizó el orgullo y la identidad de toda una nación.
A fines del siglo XIX el rugby se convirtió en un símbolo de identidad nacional galesa frente al dominio inglés. Mientras el fútbol se expandía por Inglaterra y Escocia, el rugby se consolidó como el deporte nacional de Gales, y se desarrolló especialmente en el sur industrial y minero. Era un deporte de clase trabajadora, a diferencia de lo que sucedía en Inglaterra, donde era asociado a la elite escolar y universitaria. Esa raíz popular forjó un estilo físico y combativo que, sumado al orgullo y la pasión característicos, le permitió convertirse en una potencia pese a tratarse de una nación pequeña. Ser el máximo ganador del Seis Naciones, con 39 títulos de campeón, al igual que Inglaterra, lo muestra. Basta repasar los logros de los equipos de 1905, la Era Dorada de los setentas y la primera etapa del mandato de Warren Gatland.
El seleccionado de Gales que recibirá este domingo a las 12.10 a los Pumas en el magnífico Millennium Stadium, erigido donde estaba el Arms Park, parece haber perdido esa aura. Los Dragones Rojos atraviesan una profunda crisis que los llevó a perder 18 partidos consecutivos, serie que cortaron con un triunfo inexpresivo en su último partido, en julio ante Japón. La seguidilla había comenzado en los cuartos de final de Francia 2023, cuando la Argentina eliminó a Gales en Marsella.
Una mirada rápida puede explicar esta debacle en la falta de recambio. Los retiros del apertura Dan Biggar, el fullback Liam Williams, el segunda línea Alun-Wyn Jones y el centro George North –por nombrar algunos– no encontraron renovación a la altura. Hoy el equipo dirigido por Steve Tandy (45 años) se sostiene en la jerarquía del medio-scrum Tomos Williams, los terceras líneas Jac Morgan y Aaron Wainwright, el segunda línea y ex capitán Dafydd Jenkins y el wing Josh Adams. El resto se trata de jóvenes inexpertos contra los que los argentinos no deberían tener problemas para imponerse física y técnicamente.
Un acercamiento más profundo permite inferir que la crisis se origina a causa de los efectos del profesionalismo y las dificultades de competir en un entorno en el que priman los intereses económicos. Esto produjo, de un lado, una fuga de jóvenes talentos hacia mercados más redituables, especialmente hacia la vecina Inglaterra, pero también a Francia, atraídos por estructuras profesionales más robustas y salarios más jugosos. Además, el rugby en las escuelas públicas de Gales está en declive: un informe de la cadena BBC reveló que de 95 colegios secundarios en los que se solía practicar este deporte, 50% del total cesó el programa en los últimos 20 años.

También la estructura profesional está en jaque. La presencia de cuatro equipos en el United Rugby Championship parece dividir el talento en lugar de multiplicarlo. En la incipiente temporada, Ospreys, Scarlets y Dragons acumulan una victoria en 19 presentaciones entre los tres. Sólo Cardiff se mantiene a la altura, con cuatro éxitos y una caída. “Muchos ex jugadores, entrenadores y expertos creen que la solución es reducir el número de equipos profesionales a dos, ya que Gales no tiene la capacidad financiera ni la cantidad de jugadores de elite como para sostener cuatro equipos”, escribió Luke Sinclair en Herald Wales. Escocia, por ejemplo, reparte sus hombres en dos equipos, Edinburgh y Glasgow.
Finalmente, en los últimos años la Unión Galesa de Rugby protagonizó una serie de escándalos internos y afrontó acusaciones de falta de transparencia que empañaron su imagen y provocaron conflictos, que permearon incluso las entrañas de la propia selección nacional.
Los Pumas guardan de los enfrentamientos con Gales grandes recuerdos. En 1968, por ejemplo, en una visita de los Dragones Rojos consiguieron su primera victoria contra una potencia: ganaron por 9-5 en el estadio de GEBA ante un equipo que ostentaba glorias, como JPR Williams, Phil Bennett, John Dawes y Dai Morris. En total argentinos y galeses se enfrentaron en 24 ocasiones, con 8 victorias albicelestes, 15 de los británicos y un empate. El último enfrentamiento fue el mencionado éxito de los Pumas por 29-17 en uno de los cuartos de final de Francia 2023.
Descendido hasta el puesto 12 del ranking mundial, ahora Gales debe luchar por conservar esa posición para no caer en el tercer bolillero en el sorteo para el Mundial Australia 2027, que lo emparejaría con otros dos equipos de primer nivel. Los Pumas están en otra sintonía, trabajando para consolidarse entre las potencias a partir de una sucesión de éxitos resonantes que dejaron de ser batacazos. Pero el domingo no pueden descuidarse. No van a enfrentarse con 15 jugadores: van a enfrentarse con la nación más orgullosa en el mundo del rugby.






