Lo que se anticipaba como una intensa batalla futbolística resultó serlo, con mucho roce, fuego cruzado, y hasta casi 20 minutos de descuento en Rosario. Se impuso el que más tenía que perder, gracias a un gol soñado, obra nada menos que de Salas, el favorito de River y el odiado de Racing. Ganó porque anotó de entrada y jugó con los pies en la tierra, consciente de que no podía permitirse fallar. Esto se reflejó claramente en el tiempo de posesión del balón.
En otras ocasiones, se ha cuestionado a Gallardo por ser siempre ofensivo cuando no era estrictamente necesario. Esta vez, sin embargo, cambió, especialmente en el segundo tiempo, donde fue evidente. Fue, en parte, por limitaciones y, en otra, por decisión: con la ventaja, optó por esperar en lugar de controlar el balón, algo que suele ser uno de los sellos distintivos del entrenador. Apostó por esperar y luchar en cada jugada, lo que era imperativo ante un momento que podría haber sido una crisis tras cuatro derrotas consecutivas.
Los números de posesión del balón son contundentes y reflejan el partido: 37% para River, 67% para Racing, uno esperando y otro buscando. Y no porque el equipo de Costas haya sido una maravilla, ya que su estrella estaba impetuoso y el equipo carecía de lucidez para marcar la diferencia. Acuña, que no para de desbocarse, puede terminar afectando nuevamente a su equipo si no cambia su comportamiento.
El abrazo de Enzo Pérez (quien ni siquiera estuvo en el banco por una lesión) con Montiel tras la victoria fue otra de las imágenes destacadas del jueves, donde River no buscó la dinámica, ni ser superior, ni un funcionamiento brillante. En este contexto, Gallardo y los jugadores comprendieron que era vital ganar como fuera para pasar de una crisis compleja a estar a dos pasos de un título, primero ante Independiente Rivadavia y luego contra el ganador de Argentinos-Belgrano.
Lo mejor del clásico
Racing –
El resumen de Racing 0 – River 1
Calentura en el final
Marcelo Gallardo –