En la vibrante pista verde de Europa, Nicolás González se ha consolidado como un delantero argentino deseado por clubes y la selección. Pero ningún gol, por impresionante que fuera, lo preparó para el encuentro que tendría lugar en las redes sociales… y no por una final.
La escena se desarrolló en una bulliciosa noche porteña, rodeada de luces parpadeantes en un boliche repleto, donde se mezclaban los aromas del fernet y la juventud vibrante. Sabrina Rojas no parecía ser actriz, modelo o conductora en ese momento: solo era una mujer, alejada del caos mediático, rodeada de amigas, riendo entre música ruidosa. “¿Qué tomás?”, preguntó el futbolista acercándose, vaso en mano. “Fernet”, respondió ella, apenas alzando la voz para iniciar una conversación insólita entre conocidos de fama.
La noticia corrió como un reguero de pólvora: “Estuvieron el fin de semana en Chana, pasando toda la noche juntos, hubo contacto de labios y se fueron juntos”, aseguraron en LAM, el programa de América donde Pepe Ochoa, panelista y difusor de secretos, lanzó el dato como una bomba. “Él es Nico González, jugador de la Juventus. Y ella, con quien estuvo muy acaramelada, es Sabrina Rojas”, puntualizó.
Pocos se detuvieron a considerar las sutilezas o esperaron confirmación de los protagonistas. La mera sospecha fue suficiente para que las redes sociales se inundaran de teorías, acusaciones y memes. En cuestión de minutos, los perfiles de Nicolás González y su novia Paloma Silberberg fueron invadidos por mensajes hirientes, advertencias y bromas sarcásticas. “No miren LAM”, “Todos son iguales. Dejalo, reina”, “Largalo que estuvo de fiesta con Sabrina Rojas este finde. Impresionante”, fueron algunos de los mensajes que resonaban, como un rezo colectivo entre la audiencia digital.
Siete semanas antes, el propio Nicolás había publicado en Instagram una foto entrañable con Paloma. Solo una semana antes, ella había compartido imágenes de su viaje a Disney, una típica postal de pareja feliz ante sus seguidores. Ese mural digital de felicidad se despejaba abruptamente ante la presión del rumor y la sospecha.
En el set de Pasó en América, Sabrina recibió la noticia como una ducha fría, mientras sus compañeros entonaban irónicamente “botinera, botinera”. Rojas sonrió, aunque en su risa se leía la incomodidad del linchamiento repentino:
“El chico está de novio, chicos, no… Cuando venía manejando, mi teléfono empezó a sonar y pensé: ¿qué pasó ahora? Siempre imagino lo peor, me pregunto: ¿quién salió en pelotas?”, comentó sobre su situación.
Al concluir el bloque, tomó aire y expuso su versión, tan sencilla que desvanecía cualquier romanticismo idealizado: “En LAM dijeron que había tenido un romance con Nicolás González, que nos habíamos besado en el boliche y que después nos fuimos juntos. Si algo de eso fuera cierto, tal vez me quedaría en silencio; pero quiero dejar claro que no es así. Hablé con él, como suelo hacer con amigas, y había mucha gente. Me tomé fotos con chicos de nuestro grupo. Ni siquiera sabía quién era”.
Las palabras de Sabrina, cargadas de disculpas y cansancio, fluyeron sin parar. “Estaba tomando fernet y él me preguntó qué tomaba. Todo era muy tonto. Los boliches están llenos y todos estamos mezclados”, insistió Rojas, tratando de ilustrar el caos trivial del lugar.
La conversación, según cuenta Sabrina, apenas superó lo superficial: “Le dije ‘sos muy joven’ y él se río. Había gente animándose y él me dijo: ‘No sabés quién soy’. Después me explicó y le respondí: ‘Mi hijo se muere si se entera que estoy hablando contigo’. Y ahí terminó la noche. Me fui sola, nadie se besó con nadie”.
A la mañana siguiente, se acercó a sus hijos para anticiparles el escándalo en las redes. El pequeño Fausto, con picardía, preguntó: “¿No le pediste una foto?“. Mientras tanto, Esperanza, con la sabiduría de quien ya conoce el costo del espectáculo, diagnosticó entre dientes: ”Si hablaste en un boliche, seguro van a decir que sos su novia”.