Te dejo, Madrid: River y el desafío tardío de componer nuevas canciones

El 11 de septiembre pasado, Etiopía celebró la llegada del año 2018. Basado en el copto antiguo, el calendario de este país africano es un caso singular, cuenta con 13 meses y está desfasado en poco menos de ocho años respecto al calendario gregoriano. Una datación etíope que ahora solo se alinea con la de River: en el club, desde hace tiempo, parece que en más de un sentido es 2018.

No ha dejado de competir -como se suele leer en distintos foros de escasa pero contundente expresión- el CARP después de Madrid. De hecho, al año siguiente, y con un equipo aún más aceitado, si eso fuera posible, volvió a eliminar a Boca en instancias decisivas y no fue bicampeón de América por un par de míseros minutos en Lima. No faltó a los playoffs de la Copa en ninguna edición subsiguiente y llegó en dos ocasiones a semifinales. Pero, con el paso de los años, la estela de influencia positiva de aquel River histórico comenzó a apagarse, asemejándose más a una especie de resaca de la que River aún no se ha recuperado del todo.

River campeón de la Copa 2018. REUTERS/Paul Hanna     River campeón de la Copa 2018. REUTERS/Paul Hanna

Como le sucedió a grandes artistas a lo largo de la historia, River pareció empezar a duplicarse en este tiempo. En términos de la industria musical, en estos casi siete años desde la Gloria Eterna se han recreado procesos similares a los de las grandes bandas que se reúnen tras un prolongado tiempo sin tocar y ya no suenan como antes. Bandas que se cobijan en listados de temas compactos de hits para sus presentaciones en vivo. Que ya no lanzan álbumes nuevos de estudio, sino compilaciones de grandes éxitos.

River campeón de la Copa ante Boca en Madrid. Foto Marcelo CarrollRiver campeón de la Copa ante Boca en Madrid. Foto Marcelo Carroll

Marcelo Gallardo, cuyo regreso fue paradójicamente un intento de cortar con esa patología, pero que, a su vez, convocó al mismísimo frontman del Bernabéu ya convertido en estatua (una estatua que siempre estará allí como recordatorio de su propia vara imposible), comenzó a comprender durante 2025 que River necesita otra cosa. Tal vez pudo haberlo advertido antes; quizás les otorgó a sus antiguos soldados un handicap que no tuvieron otros: por caso, el CARP llegó al Mundial de Clubes con el promedio de edad más alto entre todos los participantes del certamen y con un equipo que en muchos pasajes pareció diseñado con nostalgia, casi como un equipo tributo.

Marcelo Gallardo en su regreso a River. Foto Juano Tesone Marcelo Gallardo en su regreso a River. Foto Juano Tesone

La respuesta del Muñeco ante ese fenómeno, acentuado por la no menos prematura que traumática salida de Mastantuono, fue buscar un shock de energía, desmalezar algunas piernas cansadas y/o futbolísticamente acomodadas y sumar jugadores con hambre, con vitrinas semivacías, teniendo a Salas como paradigma y a Juanfer Quintero como excepción. No fue suficiente, o al menos no logró conformar en estos meses un equipo con la identidad que él desea ni tampoco para superar a Palmeiras. En cualquier caso, durante la misma serie ante los paulistas, MG probablemente haya realizado otro clic en esa línea, tal vez nuevamente demasiado tarde (al menos 45 minutos tarde): la decisión de reemplazar a Enzo Pérez tras ese primer tiempo desastroso en la ida, a pesar de que irónicamente el capitán regresara rápidamente al campo debido a la lesión de Portillo y completara un partido de vuelta por momentos aceptable, también se interpretó como un cambio estructural que anticipa lo que se avecina. Con finales de contrato inminentes, el futuro del propio EP, de Nacho Fernández, y de otros héroes de Madrid, como un Casco que hace tiempo no es una opción confiable y un Pity Martínez que físicamente desde su regreso ni siquiera es opción, comienza a desdibujarse.

Gallardo, ante Palmeiras en Brasil. EFE/ Sebastião MoreiraGallardo, ante Palmeiras en Brasil. EFE/ Sebastião Moreira

Aun así, sea a destiempo o no, la visión del Muñeco tendrá que complementarse necesariamente con una mejor lectura del mercado para puestos e inversiones clave. El ojo deberá volver a funcionar para que los casi € 14.000.000 que el club desembolsó por Castaño se asemejen más, en rendimiento, a lo que en su momento se invirtió por Pratto. El ejemplo del colombiano no es casual: el fútbol moderno, para clubes de primer nivel, exige gol a los volantes centrales desde hace años, más aún a los interiores como KC, y mucho más si por él se paga una millonada que roza el récord: con buena distribución y capacidad para asistir, el scouting falló si es que lo consideró un 5 clásico (desordenado, rindió bastante peor en esa posición que como interno) y también si pensó que esa erogación se justificaba en un mixto que anotó tres goles en 160 partidos y tampoco se destaca por asistir (12/160) en la zona caliente. La resolución en su fortuito mano a mano en San Pablo se convirtió en el diario del lunes de un problema que pudo haberse detectado a tiempo: de Castaño hacia abajo, hoy al CARP le faltan jugadores completos que cumplan múltiples roles.

El plantel de River, cabizbajo tras la derrota en Brasil. Foto Juano Tesone El plantel de River, cabizbajo tras la derrota en Brasil. Foto Juano Tesone

Hacia allí deberá dirigirse River en 2026, incluso con algunos futbolistas que firmaron planilla aquel 9 de diciembre y que, por edad y/o rendimiento, aún tienen crédito, como un Armani que fue el mejor del año, un Montiel y un Martínez Quarta que aún tienen potencial para readaptarse al fútbol argentino, o un Quintero que guarda en su zurda destellos de otro tiempo. Mientras tanto, el proceso de dejar atrás Madrid conceptualmente y recuperar el hambre de gloria deberá acelerarse hacia fin de año para poder marcar objetivos domésticos necesarios para la reconstrucción.

Foto Juano Tesone Foto Juano Tesone

Nadie dijo que iba a ser fácil. La Copa Libertadores 2018 es un hito, un caso único en la historia del deporte, y como tal no hay una receta precisa ni para la recuperación de un Boca que aún sufre a otra escala las consecuencias de aquella derrota abismal, ni para la curación definitiva de la resaca de un River que esa noche pareció haber conquistado el fútbol como quien supera el último y desconocido nivel de un videojuego imposible, y ya no tiene otro remedio que repetir viejas partidas.