MATA DE SAO JOAO, Brasil.- Cuatro minutos y veinte segundos a pie. Eso es, apenas, lo que se demora desde el Sol Grand Premium, uno de los hoteles que componen el resort de Costa do Sauípe, hasta las canchas de tenis del complejo turístico, seis de polvo de ladrillo y cinco de superficie dura. Como si las playas de arena blanca y agua cálida, la música, los sabores y los colores de esta alegre porción ubicada a 80 kilómetros al norte de Salvador de Bahía no fueran suficiente atracción, las comodidades hacen del nuevo Challenger (la segunda división del tenis profesional) que se cerró este domingo, un destino fuera de lo común. Una curiosidad: debajo de la muñequera, los jugadores llevaron las clásicas pulseras del régimen all inclusive que tiene el hotel.

Costa do Sauípe fue, entre 2001 y 2011, una estación atractiva y simpática del circuito ATP Tour. Impulsados por el aura (y los resultados) de Guga Kuerten, allí se jugó el Abierto de Brasil. Incluso, en febrero de 2005 y antes de conquistar Roland Garros por primera vez, el segundo de los 92 títulos en singles que ganó Rafael Nadal fue en este mismo rincón del nordeste brasileño, cuando ya se disputaba sobre polvo de ladrillo (las primeras tres ediciones fueron en cancha dura). Al margen de Kuerten y Nadal, Guillermo Cañas se convirtió en el único argentino en ganar el título, en 2007 (Guillermo Coria y Agustín Calleri fueron finalistas en 2002 y 2004). Mientras que el último campeón en Sauípe había sido el español Nicolás Almagro.
El retiro de Guga, en 2008, lógicamente, le quitó efervescencia al tenis en Brasil. Desde 2012, el Brasil Open se mudó a San Pablo y su última edición fue en 2019, con Guido Pella como campeón. Mientras tanto y a partir de 2014, nació el Río Open, un ATP de categoría 500, el torneo que más puntos y dinero reparte en la región, hoy disfrutando del brillo que genera el joven João Fonseca, flamante 28°, que está provocando una verdadera revolución en el país.
Con el tiempo, Costa de Sauípe, que había sido un gran polo turístico y deportivo durante años, de cierta manera entró en desgracia y las instalaciones (hoteleras y deportivas) se deterioraron cuando pasaron a manos del Estado. Pero en 2018, la empresa Aviva, de origen brasileño, vinculada a los viajes y el entretenimiento, compró el complejo y empezó a renovarlo; sólo en el hotel Sol que albergó a los jugadores durante la última semana, por ejemplo, se invirtieron 90 millones de reales en reformas. El crecimiento del tenis en Brasil, el emblemático vínculo que tiene ese deporte con la ciudad bahiana y la conexión que posee con “el perfil de visitantes” que recibe el resort, según le explicó el CEO de Aviva, Alessandro Cunha, a LA NACION, llevó a las partes involucradas a proyectar el regreso de un torneo a esa playa paradisíaca.

Las tratativas comenzaron en enero de 2024, apuntó el extenista Danilo Marcelino (91° en 1991), fundador junto con otro extenista, Nelson Aerts, del grupo Try, los productores del Sauípe Open. La idea inicial era realizar un ATP 250, como en la primera década de los 2000, pero la tarea no es sencilla, por lo que cuesta “comprar” la semana y porque la entidad que administra el tenis masculino, al menos hoy, no tiene lugar para otro ATP en Sudamérica.
Tras cinco meses de negociaciones acordaron un Challenger grande, de categoría 125 (con US$ 200.000 en premios), y se firmó un contrato por tres años. Los organizadores querían hacerlo en cancha dura, pero no consiguieron fecha y lo incorporaron a la gira sudamericana de polvo de ladrillo en esta etapa del año.
“Buscaremos que el evento crezca. Con la playa, el hotel… es una experiencia diferencial. Queremos ser un Challenger 175 o, quién sabe, un futuro ATP; es un sueño. Necesitamos tiempo para consolidar el torneo. En los próximos años, además, queremos hacer un torneo femenino y extender aquí el período de competencia, aprovechar la infraestructura ya montada para el Challenger de hombres”, dijo Marcelino, que todavía recuerda sus partidos ante los argentinos, como uno que le ganó a Horacio De la Peña en Itaparica 1987, el que sería el primero de los sesenta torneos ganados por Andre Agassi.
“El complejo estaba deteriorado. Acá había ruinas”, afirmó Marcelino, director del torneo, señalándole a LA NACION el sector donde antiguamente estaba el estadio principal. “Era grande, tenía cinco mil lugares, pero ya estaba destruido, con el hormigón roto y la maleza crecida entre el polvo de ladrillo. Empezamos de cero, rompimos las canchas y las hicimos nuevas. La ATP nos pidió un tamaño de 40 x 20 metro para la cancha central, pero hicimos las seis con ese tamaño, pensando en el futuro. No se escatimó en nada. La iluminación también es la utilizada en los ATP 500. Insisto: queremos crecer”, añadió Marcelino.

Con todo marchando, se montaron los detalles del espectáculo: los partidos comenzaron a partir de las 15, para que el visitante pudiera disfrutar varias horas de la playa y las piscinas y, luego, por la tarde, “cruzarse al tenis”. La concepción de la zona de entretenimientos incluyó un VIP en una zona elevada, con visión al court central (con capacidad techada para 1200 espectadores) y a las canchas 2 y 3. También una zona comercial con diversas actividades, contiguas a una vuelta al mundo y a un carrousel que forman parte de la “Quermesse da vila”, antiguo atractivo del resort. Además, en este primer año del Challenger no hubo venta de entradas: los ingresos fueron sólo para los huéspedes de los hoteles de Costa do Sauípe e invitados.
“En los hoteles hay 1564 habitaciones, además del condominio con 1600 casas: toda esa gente tuvo derecho a entrar en el torneo. Para el segundo año vamos a evaluar y veremos si aumentamos la capacidad y si vendemos entradas”, contó Marcelino.

Costa do Sauípe, uno de los siete Challengers brasileños del año (la misma cantidad hubo en la Argentina), además buscó mostrarle al mercado local e internacional que están de regreso, no sólo para organizar eventos deportivos, sino también musicales y corporativos. En el torneo, la cartelera de patrocinadores incluyó 17 firmas, una de ellas Vivara, una empresa paulista de fabricación de joyas, que diseñó el trofeo. El certamen, también, buscó incentivar a los residentes de la zona, contratando a jueces de línea capacitados del nordeste brasileño y utilizando 32 alcanzapelotas (chicos y chicas) de entre 10 y 16 años conducidos por Leandro Borges, quien fuera recogepelotas durante los primeros siete años del ATP en Costa do Sauípe.

El certamen le entregó una invitación al junior Luis “Guto” Miguel, una gran promesa brasileña de 16 años: en singles perdió en el debut, pero ganó en dobles, con su compatriota Eduardo Ribeiro. En el cuadro individual, Mariano Navone y Juan Manuel Cerúndolo fueron los preclasificados 1 y 2, pero el título lo ganó Román Burruchaga, noveno cabeza de serie, tras vencer por 6-1 y 6-2 al paraguayo Adolfo Vallejo en la final; el hijo de Jorge Burruchaga avanzó 22 puestos, hasta el 106° (su ranking más destacado), y celebró dándose un chapuzón en el mar del hotel. La lluvia, que afectó la actividad durante más de dos días, fue el único dolor de cabeza de la semana.

Costa do Sauípe anunció la inauguración de un parque acuático para 2027 y, con el Challenger finalizado este domingo, entiende haber dado el primer paso en la recuperación de una plaza clásica para el turismo, que incluye al mercado argentino, claro. “El último verano fue muy bueno: recibimos un 20% de argentinos, 5% de chilenos y uruguayos, y un 75% de brasileños. La expectativa para el próximo verano es llegar al 30% de turistas argentinos”, aventuró Cunha.
“El tenis en Brasil, como en muchas partes del mundo, después de la pandemia está creciendo mucho -agregó Marcelino-. Habrá que ver cómo sigue el país, la economía y todo… pero soñamos con seguir creciendo y, por qué no, el día de mañana volver a ser un torneo ATP que pise fuerte en la región”.






