Victoria Vanucci responde al mensaje de Infobae pidiendo tiempo para conversar por teléfono, ya que está en medio de su entrenamiento. Aunque podría parecer una reacción común de alguien que se preocupa por su condición física, tras esa respuesta se esconde un objetivo silencioso que la acompaña desde hace meses: volver a competir en tenis.
Su nombre destacó a mediados de los 2000 gracias a su papel como conductora y modelo, pero su historia deportiva ya había comenzado a resurgir, incluso antes de que el término “viral” se hiciera popular. A los 7 años, comenzó a enamorarse del tenis en una escuelita del Club Lion de Castelar, lo que ahora la tiene en el camino de un nuevo capítulo.
“Cansada de entrenar, pero feliz. La verdad me sorprendió a mí misma. Si retrocedemos en el tiempo, dejé de jugar hace 23 años. En todo ese tiempo solo habré tocado la raqueta un par de veces y nunca quise volver a jugar”, comparte con entusiasmo a Infobae. Un sueño truncado por una peritonitis aguda, que la llevó a estar internada a los 19 años, ocultaba también un capítulo de presiones psicológicas que la llevaron a alejar el tenis de su vida. Sin embargo, su luz deportiva se ha reactivado de repente y asegura que su pausada carrera está a punto de escribir un nuevo capítulo en Estados Unidos.
Vanucci se destacó en Infantiles, Menores, Cadetes y Juveniles, llegando incluso a dar pasos en el ámbito profesional antes de detener su trayectoria. Ascendió al número 1 argentino en singles, bajo la tutela de íconos como Guillermo Vilas y Tony Peña.
— ¿Estás volviendo a entrenar tenis para retomar el profesionalismo?
— Desde que dejé el tenis, nunca quise volver a la cancha. Eso me generaba pánico. Sentía que había temas sin resolver. Empezó a sugerirlo mi terapeuta: “Tenés que volver a la cancha”. Y yo le respondí: “No sé si puedo”. Y ahí es donde había que resolver. Comencé a entrenar como una forma de terapia, y lo terminé haciendo todos los días: tres horas por la mañana y dos por la tarde. Así que sí, vuelvo…
Antes de concluir, cambia su tono. “¿Quieres conocer la verdadera historia?”, plantea casi como si se preguntara a sí misma. “La realidad es un poco dura, pero nadie la conoce. Lo que se dijo públicamente sobre mí en el tenis es que me retiré como número uno de Argentina por problemas de salud, y aunque eso fue cierto, me retiré también por… En el deporte individual hay mucho abuso relacionado con esas presiones, así que utilicé mi problema de salud como excusa para no volver. Simplemente decidí que no quería más. Así que durante todos estos años viví sobreviví, haciendo televisión, teatro y otras cosas que me fueron bien, pero siempre supe que era tenista. Luego no quería volver a ver un partido de tenis”.

Victoria dejó el tenis cuando estaba en ascenso y su vida tomó otro rumbo. Este giro la trasladó a las pantallas, revistas y teatro; a ratos, una vida privada expuesta. De la “cancelación”, como ella llama a algunas etapas, a ser chef. Pero todo esto fue una “supervivencia”, repite. La luz del deporte se apagó por los despreciables manejos del mundo profesional, que parece educar autómatas ganadores en vez de jóvenes en desarrollo. La crianza de sus hijos y la terapia la llevaron a abrir esa herida y sanarla. “No quería jugar para que alguien se adueñara de mi talento o hiciera dinero a partir de él”. Por eso, vuelve a las canchas…
“Desde uno de los últimos escándalos en mi vida, supe que necesitaba romper ese patrón repetitivo. Mi terapeuta me dijo que hasta no romper con lo que sabía que debía romper, sería difícil que esas cosas no continuaran en mi vida. Así que todo empezó como una terapia para volver poco a poco al tenis. Comencé una vez por semana, y las primeras veces era terrible, no podía respirar, no quería volver. Mis mismos hijos me incentivaron: ‘sigue jugando, no pares’. Así que continué, y a medida que jugaba, lo iba superando”. Recuerda este camino que comenzó hace cuatro meses y que hoy se transforma en una realidad.
— ¿Estás ante la posibilidad de cumplir un sueño aplazado?
— Es un sueño. Para mí es un desafío personal en la cancha. Pero sí, el sueño se apagó porque no supe manejar la situación. Cuando eres joven, careces de las herramientas emocionales para enfrentar ciertas situaciones. Hoy, con madurez y ayuda, veo las cosas desde una nueva perspectiva. No solo tengo la mentalidad de una deportista, sino que está fortalecida. Me doy cuenta de que estoy divirtiéndome de nuevo, amando el tenis y quiero volver.
— ¿Hay una posibilidad real de volver al circuito?
— Mi coach me dijo: “Tienes que volver porque tu nivel de tenis es muy bueno”. Pero, ¿cómo sería mi regreso hoy? El tenis ha evolucionado de manera impresionante en estos 23 años y yo era jugadora de polvo de ladrillo. Aquí en Estados Unidos es algo totalmente distinto, necesito ajustar todas mis técnicas. Y ahí es donde estoy, ajustando mi estilo. Actualmente estoy considerada jugadora americana en el circuito. Hay desde el nivel uno hasta el siete. ¿Qué significa? El primero son los que recién comienzan, luego 2.5 y 1, que son las primeras 100 del mundo. Mis entrenadores dicen: han pasado varios meses, ya adaptamos las técnicas, y te estás acostumbrando a la cancha rápida, que era muy difícil para mí. Ustedes piensan que estoy a nivel, pero esto debe ser confirmado. La confederación más importante del mundo está en Nueva York, dirigida por Billie Jean King. Decidimos que llegó el momento de solicitar que ellos evalúen mi nivel. La gran pregunta era: ¿cuál es mi nivel actualmente después de 22 años sin jugar? Bueno, evaluaron que mi nivel es 2.5 para poder sumar puntos. Mi primer slam es el 15 de septiembre y luego otro en octubre en Nevada. El tenis se trata de acumular puntos, pero existe una realidad. Tengo mentalidad ganadora, sé que debo entrenar para estar en el 1 y jugar los torneos principales. Estoy logrando lo que parece imposible: tengo 42 años y estoy compitiendo contra chicas de 20.
Vanucci asegura que la Universidad de Utah está apoyando completamente su camino, brindándole terapias físicas, nutricionistas y otros recursos esenciales en el deporte profesional para alcanzar su sueño. Podríamos ver un espejo en el caso del exfutbolista Diego Forlán, quien a los 45 años participó en el Challenger de Montevideo en el exigente circuito masculino a fines del año pasado.
— ¿La Federación Norteamericana es la que te habilita en este caso?
— Estoy compitiendo bajo bandera norteamericana y el nivel ha sido decidido por la USTA (United States Tennis Association). Esta mañana recibí la noticia que estoy en el nivel 2.5 y ya tengo autorización para jugar. Además, me otorgaron un wild card. Por ejemplo, el wild card fue otorgado a Martina Navratilova para que volviera a jugar profesionales en dobles. No estás en el top 20 o 30, pero, teniendo 42 años y considerando mi nivel, me permiten participar debido a que la USTA cree que puedo competir. En este deporte no se engaña: juegas bien o mal. Eres regular o irregular. Aquí no hay lugar para mentir. Debes probar tu nivel y ser evaluado por un comité que decide si puedes participar.

— Quizás es una historia no muy conocida, pero tuviste una carrera destacada en juveniles. ¿Llegaste al nivel profesional?
— Comencé desde cero en un frontón, un profesor me llevó y fui ascendiendo, hasta jugar con Vilas y recibir una beca; con Tony Peña, e incluso gané varias veces con River Plate, representando a la Copa Argentina. Después de un Master en Racing, fui número uno de Argentina. Dependiendo de los puntos, siempre estuve entre las tres primeras. Dediquémonos a lo que realmente sucedió: sufrí una peritonitis aguda que me afectó seriamente. Me faltó la mitad de un órgano. Fue un golpe difícil, pasé de ser número 1 a enfrentar esto de la noche a la mañana. Estuve hospitalizada cuatro meses y al regresar a casa, me tomó semanas recuperarme. Perdí toda mi masa muscular. Mis puntos en el ranking siguieron bajando; ver cómo caían me deprimía, así que tomé una decisión y lo dejé. A veces, uno construye un castillo y de repente, en un minuto, se derrumba. Así fue lo que pasó con mi carrera y había otros factores que tampoco ayudaban a querer volver.
— Es complicado sobresalir en el tenis, crecer, meterse en lo profesional y vivir de ello, ¿no?
— Sí, es muy difícil, pero no voy a mentir: he hecho mil cosas, pero lo que realmente hice fue sobrevivir. Mi verdadero talento siempre fue el tenis y mi mentalidad siempre ha sido la de una deportista. Crecí en una cancha, respiro tenis. Cuando entrenábamos con Vilas y Tony Peña, teníamos psicólogos deportivos que nos ayudaban. Es un deporte complicadísimo, con presiones inherentes que lo vuelven aún más complicado.
— ¿Cuál es tu objetivo principal hoy en día?
— Siempre fui muy ambiciosa. Eso no tiene nada de malo; la ambición bien enfocado puede ser maravillosa. Aunque todo inició como una terapia para reencontrar mi amor por el tenis, ahora también gira en torno a mis hijos. A ellos les encanta verme jugar. Me estoy entrenando con chicas jóvenes, de 18 a 20 años, que son semi profesionales. Poder jugar con ellas y competir al mismo nivel ha sido increíble. Esta vez soy la dueña de mi juego, libre de esas voces y fantasmas. Si puedo hacerlo, ¿por qué no intentar? Tengo la oportunidad de jugar en Estados Unidos con un wild card. Sé la realidad; soy ambiciosa, pero no ingenua. Quiero ver hasta dónde llego. Nunca imaginé que esto ocurriría. Recibir ese email sobre el wild card fue un gran logro, y ahora solo quiero seguir adelante y ver hasta dónde puede llegar esto. Recuerden, tengo 42 años y estaré compitiendo con chicas de 20 o 30. Suena irrisorio, pero es eso; hasta aquí llegué y quiero ver hasta dónde puedo ir.

Aparte de los sueños, su verdadero objetivo ya está cumplido: “volver a encender la luz de un sueño que estuvo apagado por tantos años”. “Es a lo que siempre debí dedicarme. Yo te soy sincera, sobreviví. Agradezco al medio porque también me formó. Todas esas experiencias me hacen quien soy hoy. Este siempre fue mi sueño. Cuando la gente me llama resiliente por otras cosas, esto es resiliente para mí. Ahora lo siento porque veo el esfuerzo que hace mi cuerpo. Con una muñeca y un codo de tenista, así y todo sigo adelante; no pienso detenerme. Quiero hacerlo, especialmente por mis hijos. Y también porque tener 42 años no significa que la luz deba apagarse. Puedes volver a encenderla y, a veces, sorprendente a uno mismo, como me sucede cada día que entro a la cancha de tenis. Soy feliz, juego desde otro lugar y amo el tenis de nuevo”.





